La comida entre risas yacompañada de caras felices sienta mucho mejor. Una vez saciada su sed de amor, Daniel se prometió a si mismo nunca más regresar a la soledad. Iba a pasar el resto de su vida dedicado a ser feliz y a llenar de amor a sus seres queridos. A dos de ellos los tenía delante, con la cara manchada de chocolate, riendo como si no hubiera mañana.
-¡Venga va, terminad de comer! hace un día magnífico y será un desperdicio que lo pasemos aquí encerrados. -Cogió a David en brazos – Venga muchachote, vamos a vestirte – luego se dirigió a su esposa - Te esperaremos abajo cariño, ponte pantalones y unas botas, por favor – le dijo
-¿Por qué? – Preguntó ella con una sonrisa divertida. Por lo que se veía, su marido no perdía la costumbre de mandar…
-Ya es hora de que aprendas a montar.
-¿Estás seguro?
-Por supuesto, la dueña de dos tercios de un rancho y un criadero de caballos, que pronto será famoso –alardeó - debe saber montar a la perfección. Pienso enseñarte yo personalmente