Javier estaba decidido. Su progreso en la terapia, aunque lento, le daba esperanzas, pero más allá de su recuperación física, lo que más deseaba era ver la cara de sorpresa de su hijo, Dylan. Desde que despertó, había soñado con el momento en que podría volver a abrazarlo, no solo como el padre que siempre había sido, sino como un hombre renovado, dispuesto a reconectar con él.
Dylan estaba estudiando en el extranjero, enfocado en sus estudios y construyendo su propio camino. Javier sabía lo importante que era no interrumpir ese proceso, así que la idea de viajar hasta allá y sorprenderlo se volvió una misión personal. Para eso, necesitaba la complicidad de Valentina y de las chicas, quienes no dudaron en sumarse al plan.
La preparación fue meticulosa. Isabel se encargó de los detalles logísticos, asegurándose de que el viaje fuera cómodo y seguro para Javier. Aunque seguía en su silla de ruedas, ya había recuperado suficiente fuerza en la parte superior de su cuerpo, y su independenc