Adrien terminó de organizar unos pendientes en la oficina, y salió de prisa hacia el hospital. La angustia lo estaba lastimando, pero eso era lo único que lo mantenía en pie, bajo la certeza de que amaba a Emely, que ella se había convertido en su luz, en su único camino, en la verdadera razón para continuar viviendo.
— Adrien — dijo a media voz la triste mujer que cargaba unas ojeras terribles, por las noches de desvelo
— Renata, te ves demasiado cansada, lo mejor será que hoy descanses, me quedaré con Emely — advirtió Adrien tras el abrazo
— No quisiera, solo deseo estar cerca de ella, no separarme de su lado nunca, pero me siento demasiado agotada, iré al apartamento ahora, dormiré unas horas y regreso — contestó con tristeza
— Como lo creas conveniente, aquí te espero — repuso él comprensivo, mientras miraba la puerta del cuarto donde se encontraba Emely
— Es lo mejor para ambos, Adrien. Si te quedas aquí tu madre va a preocuparse, luego empezará a buscarte, y no quiero que se