Instantes después llegaron a la Laguna de Manialtepec.
— Qué misterioso andas —comentó mientras se sostenía de él para no tropezar—. No me vayas a dejar caer —solicitó.
—Jamás permitiría que te lastimaras, ten confianza en mí, que te espera un momento mágico —expresó.
—Sabes que siempre confió en vos —respondió. —¿Qué tan especial? —cuestionó mordiéndose sus labios. —¿Me harás ver las estrellas otra vez? —indagó.
—Ya verás que tanta magia tiene. No solo te haré ver las estrellas, sino toda una constelación. —Elevó una ceja, al tiempo que ladeaba sus labios.
Sam sonrió y se abrazó a su esposo. Óscar caminó un par de metros, sosteniéndola por la cintura, cuidando de que no se fuera a tropezar con nada.
La cálida brisa y el suave viento hicieron que algunas de las hojas de los árboles se agitaran. Al llegar al punto donde Óscar deseaba descubrió los ojos de Sam, apreciando aquella expresión de su azulada mirada al percatarse del hermoso empastado que había y al centro un camino de