El hombre con tres cabezas

En el otro mundo me llamaba Miguel Lorío, un nombre común, aunque detestable para otros. Detestable porque me conocían como el baterista de una banda de Death Metal y me emborrachaba para tocar toda la noche nuestras canciones. Como siempre, Daniel Casares quería tomar el liderazgo de la banda, y muchas veces se lo impedí. Tenía la maldición estúpida de hacer fama con la música. Nosotros apenas éramos unos jóvenes que disfrutábamos tocar en el Ateneo (lugar para conciertos de metal) y en la Casa del Obrero (local contiguo al otro lugar para conciertos). Durante mucho tiempo pensé, bueno, desde que tengo memoria, pensé que la música agradaba al oído creando orgasmos con el doble pedal a toda velocidad y las guitarras chillando junto a la voz gutural. Siempre quise dirigir mi propia banda, es decir, quería componer las letras de las canciones y hacer los arreglos de la música.

            A Casares le molestaban m

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