Capítulo 3. |Un hombre|

Hawái, Estados Unidos

La habitación prenupcial era de las mejores de ese hotel que en el que había hecho reservación, suspiró cuando se retiró el collar de flores silvestres que le regalaron al llegar al aeropuerto, revisó el itinerario que en su mayoría era en pareja por obviedad, pero decidió pedir uno nuevo que se adaptara a ella, hacerlo sola y explorar cada actividad. La primera que apareció en la lista, era la aventura de buceo de superficie en Molokini a bordo de Calypso, leyó que se vería cara a cara con las tortugas verdes hawaianas, desayuno y almuerzo mientras se navega en la costa, el catamarán tenía toboganes que claramente ella no se subiría y menos se vería con las tortugas. Así qué lo descartó.

—Tiene que haber algo más…—murmuró bajando su mirada a la lista del itinerario. —Aventura en scooter en submarino en Oahu, danza de cuchillos en la ceremonia de bienvenida, bailar hula, hula, tejer diadema con hoja de coco, festín hawaiano. —siguió leyendo—Tour por las cataratas, volcanes…—tocaron a la puerta interrumpiendo su lectura, se acercó para abrir la puerta.

—Buenas madrugadas, señora Hall.

—No soy Hall, soy Spencer y no, no soy señora, vengo sola sin esposo, bueno, no me casé. —Emma habló de más por el cansancio por el vuelo de once horas, el hombre delante de ella alzó sus cejas.

—Lo siento, bienvenida, señorita Spencer, por la mañana tendrá el nuevo itinerario que pidió.

—Oh, sí, estaba leyendo el anterior…—dijo pensativa, era más actividad de pareja así que no lo quería. —Pero prefiero hacer actividades individuales.

—Perfecto, bienvenida de nuevo a nuestro hotel, le informo que aún no cierra el bar y la cocina, por si gusta algo de comer.

—Bien, gracias. —Emma pensó que como se sentía cansada, no estaría mal probar una bebida antes de dormir y así descansar. Se dio un baño para quitarse el olor a avión, para después ponerse un vestido de manta delgado de colores que le quedaba holgado, y tirantes amarrados a su cuello, el clima era húmedo así que imaginó como se pondría su cabello en el tiempo de su estancia. Su cabellera rubia y larga se lo ató en un moño en lo alto, tomó su celular, la tarjeta de la habitación y su tarjetero. Cuando las puertas del elevador se abrieron ante ella, había gente en lobby riendo, bailando, conversando, no parecía la una de la madrugada, normalmente en un hotel de New York hay silencio y no tanto alboroto como lo que estaba viendo sus ojos en ese momento, “Emma, no es New York” se dijo mentalmente.

Caminó hasta el bar-restaurante y buscó la barra, se sentó y aceptó el menú de bebidas, se debatió en un Martini o una piña colada, entonces eligió la primera opción. Miró el lugar, no imaginó por qué Jamie había elegido ese lugar, ¿Qué era lo que le gustaba? entonces pensó que necesitaba un poco más de alcohol en el sistema para evitar seguir pensando en todo lo que le hizo su ex prometido infiel, un Martini se multiplicó por un número al que había puesto un poco ebria a Emma, pero se sentía en las nubes, pensó que llegaría a la habitación de su hotel y quedaría dormida por las dos semanas de estancia que tenía planificada antes de regresar a la empresa y retomar su vida.

Dos horas después, Emma reía con el bartender, un hombre de unos treinta años que lució lleno de tatuajes en sus brazos y cuello, le había contado la historia de cada uno de ellos.

— ¿Así que te fueron infiel? —ella asintió decepcionada y controlando la molestia.

— ¡Pero deja tú! ¡Tenía una gran mujer a su lado! —hipó, —Lo siento—se llevó la mano a su boca para evitar que se escuchara otro hipo saliendo de ella.

—Sin duda, ¿Pero por qué venir aquí cuando podías ir a las playas de Europa? Es hermosa la isla, pero prefiero las de aquel continente europeo.

Emma se recargó en la barra y contempló la copa de su Martini casi vacío.

— ¿Por qué no siento algo de dolor? —preguntó, el bartender llamado Claudio, de origen mexicano, miró con el ceño arrugado a la rubia frente a él.

— ¿Quieres sentir dolor? —preguntó extrañado, los ojos de ella se volvieron hacia a él.

—No lloré cuando él...—detuvo sus palabras por un momento—...me engañó, cuando se fue del departamento, tampoco, quería llorar, pero no pude. Era para que doliera, que quemara, pero pareciera que no tuviera corazón y estuviera lleno de hielo.

— ¿Cuánto llevabas con Jamie? —preguntó el bartender limpiando los vasos de cristal de cuello alto.

—Cinco años, él me lo propuso, pero algo me decía que no, pero fue la primera vez que seguí mi instinto, y ahora cuando finalmente nos íbamos a casar, algo en mi estaba inquieto, y ya está, soltera de nuevo.

—Eres hermosa, podrás encontrar a alguien que te acelere el corazón y puedas compartir una vida a su lado. —comenzó a decir el hombre. —Cuando menos lo pienses, llegará…—negó Emma.

—Las probabilidades de volver a tener interacción con alguien de manera sentimental, ha disminuido. —hizo una pausa recordando—De niña solía lanzar una moneda al aire cuando no podía decidirme, pero si era de un lado y sentía decepción, entonces entendía que era lo que quería…—el bartender asintió curioso.

— ¿Y cuándo fue la última vez que lanzaste una moneda al aire? —preguntó.

—Tenía diez años cuando la lancé, y desde entonces… ninguna vez más.

— ¿Crees en el destino? —dijo el bartender dejando sus manos en la orilla de la mesa.

—No. —Emma le señaló la novena copa de Martini, algo que le hizo darse cuenta es que los parpados empezaban a pesar por el cansancio. El bartender puso un caballito de tequila y le sonrió. — ¿Qué es? Eso no parece un Martini. —el hombre de la barra le sonrió.

—Es caballito de tequila y del mejor, corre por mi cuenta—dijo el hombre, le mostró como podría tomarlo, le mostró el limo y la sal. Entonces lo hizo…

— ¡Dios mío! —Le quemó la garganta—Está muy bueno, bastante, —las palabras las siguió arrastrando y luego soltó un largo suspiro. El hombre se fue a atender a otros clientes, entonces Emma pensó en algo. Tomó una moneda de su cartera de marca y la tuvo en sus dedos. — ¿Destino? ¿Existes? Si es así, lanzaré esta moneda al aire, si sale cara, me levantaré y me iré a dormir, y si sale cruz, —torció su labio y luego sonrió. —Me llevaré a la cama al primer hombre desconocido que me compre mi bebida. —se levantó de un movimiento torpe con su Martini nuevo en la mano, pero la silla fue lanzada hacia a atrás, ella tambaleó por el largo de su vestido que había pisado y su bebida se cayó, se escuchó unas maldiciones, cuando se volvió hacia su espalda, estaba un hombre levantándose y luego alzó la silla bruscamente para acomodarla, luego dijo algo en alemán que entendió Emma perfectamente. —No puedes decirme de ese modo, grandulón. —dijo Emma sorprendida por la maldición que soltó, pero era en contra de la silla. —Mi Martini. —dijo Emma mirando la copa hecha añicos en el suelo, el hombre alto y fornido, miró a la rubia delante de él.

—Lo siento, usted ha lanzado la silla hacia a atrás y me ha hecho tropezar, terminando también con mi bebida. —Emma se mordió el labio al ver su bebida en el suelo de nuevo. —Pero me refería a la silla, no a usted...

—Lo siento, —ella se tambaleó y el hombre desconocido la alcanzó del brazo para evitar que cayera. —Te debo una bebida, —él arrugó su ceño.

—Creo que la bebida es lo de menos, ¿Se encuentra bien? —ella asintió lentamente algo mareada. “No debí de tomarme el tequila” el hombre volvió hacia el bartender, —Otra bebida para la señorita, la he derramado. Y cóbrame las dos copas quebradas. —Emma alzó una ceja al escucharlo, pero negó, el hombre le hizo señas al bartender para que se lo apuntara en la cuenta.

—Comprará mi bebida—Emma susurró por lo más bajito para sí misma, luego recordó que tiró la de él también. —Otra bebida para el también, no sé qué estás tomando. —él sonrió hacia la mujer.

—Estoy bien, es una señal de que me detenga. —Emma alzó una ceja de nuevo, “Señal” entonces soltó un suspiro.

—Aquí está la bebida—dijo el bartender sonriendo ampliamente viendo que el hombre alto aun la tenía del brazo para evitar que cayera, luego ambos siguieron la mirada y entonces se dieron cuenta.

—Lo siento, —dijo el desconocido y la soltó lentamente para que ella tuviera el tiempo para regresar a la silla que había acomodado, Emma se sostuvo del respaldo y sonrió.

—Eres alemán. —él se sonrojó levemente. —Sí, me di cuenta por las groserías que dijiste.

— ¿Y tú americana? —Emma sonrió y asintió.

—Bien, tengo que irme, me espera mi grupo de amigos. —el hombre se despidió y comenzó a caminar entre los demás, por un momento se detuvo para mirar a la mujer rubia, ella negó para no tomarla bebida, pagó para después retirarse, el hombre se acercó a uno de sus amigos y susurró algo a su oído, luego asintió. —Los veo en un rato, —luego se regresó al bar, pero la rubia no estaba, miró alrededor y la encontró, caminó para acercarse a ella. —Hola—ella miró al hombre alto y sonrió recordando lo de la moneda al aire y el destino.

—Hola—notó él el sonrojó en sus mejillas.

— ¿Me permites ayudarte a llegar a tu habitación? No quiero que pienses que quiero hacer algo, no, no, pero he notado que está un poco mal. Creo que eso ha sonado a un acosador...pero no lo soy. Soy un hombre comprometido, y no quiero pensar si mi novia esté así, no reciba ayuda. —Emma se decepcionó.

—Oh, estoy bien, estoy en la suite presidencial, así que solo entraré a ese elevador y subiré a.… dormir creo. ¿Sabes que es lo que hice? —preguntó al hombre y luego negó contestando su pregunta. —Lancé una moneda al aire y dije que, si caía cara, me iría a dormir...

— ¿Y si caía cruz? —preguntó el hombre con una sonrisa y mucha curiosidad.

—Que me llevaré a la cama al primer hombre desconocido que me compre mi bebida.

—Y yo he sido ese hombre…—susurró, luego sonrió, era la primera vez que le pasaba algo así.

—Sí, —dijo ella, —Solo una noche sin compromiso, sin ataduras, sin nombres, sin información de nada. —el hombre alzó sus cejas.

— ¿Quién no estaría tentando con esa propuesta? —Emma sonrió.

— ¿Te tienta a ti? —el hombre alemán tomó una bocana de aire y asintió, su corazón se había agitado por la manera en que ella lo miró, era como si viera a través de él.

—Bastante. —Emma fue la primera en dar el paso hacia a él, levantó su mirada hacia a él y sin darse cuenta, aspiró su aroma. Él sintió estremecerse, y cuando sus ojos hicieron conexión con los de ella, decidió arriesgarse. Ella solo lo supo. Tomó su mano y entrelazó sus dedos y sonrió pícaramente.

—Ven, sígueme. —él asintió, la siguió y entraron al elevador, en cuanto las puertas cerraron, él la tomó de la cintura y la puso contra la pared del elevador, se soltó de la mano que tenían entrelazada, y tomó su barbilla para levantarla hacia a él, Max se perdió en sus ojos azules un breve momento, sintió como su corazón con más fuerza latió, acercó su boca a la suya y fue un manjar de dioses para él, los labios suaves de Emma lo volvieron loco, al separarse se miraron, ella apenas reaccionó. Lo que le había recorrido por debajo de la piel fue algo indescriptible que la sacudió por dentro.

—Si haremos esto, quiero que sea lo mejor de lo mejor…

— ¿Inolvidable? —dijo Emma jadeando.

—Inolvidable. —contestó Max devorando su boca con más empeño...

“El destino haciendo de las suyas...”

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