Nohelia seguía su vida de madre y esposa, cada día atendía a Sergio con todo el amor del mundo, lo amaba y había estudiado para atenderlo personalmente, continuó aplazando el regreso a Ecuador.
Un años más había pasado, y como cada día se levantó y lo primero que hizo fue ir a la habitación de Sergio.
—Buenos días mi amor, hoy nuestra hija va a su primer día de clases, si la vieras, está muy feliz.
Acarició sus cabellos, y empezó con la rutina diaria de aseo.
—Listo mi vida, guapo y perfumado como siempre. —dio un beso en sus labios y salió.
Ahora estaba preparando el desayuno para Arielle de cuatro años, estaba lista para su primer día de clases en el kínder.
—¡Apúrate mi vida! O llegaremos tarde a tu primer día.
—Ya voy mami, voy a despedirme de nuestro príncipe durmiente.
Arielle fue como cada mañana a darle los buenos días a Sergio, entró en la habitación, se acercó a él, pasó sus manitas por el rostro de su padre y dejó un beso en su mejilla.
—Buenos días mi pr