El amanecer pinta el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa mientras Lía se despereza en la cama. La suave respiración de su hijo llena la habitación, un sonido que le trae paz. Einar, sentado en una silla cerca de la ventana, revisa unos documentos de la manada, pero su mirada se desvía hacia Lía cuando la siente moverse.
—Buenos días —dice él, dejando los papeles a un lado y acercándose a la cama.
—Buenos días —responde Lía, su voz aún cargada de sueño.
Einar se inclina para besarla en la frente antes de dirigirse a la cuna, donde su hijo comienza a despertarse. Con movimientos cuidadosos, lo toma en brazos, y Lía observa cómo su expresión se suaviza mientras el bebé lo mira con curiosidad.
—Nunca pensé que te vería así —admite Lía, sonriendo al ver la ternura de Einar.
—¿Así cómo? —pregunta él, con una ceja levantada.
—Tan… vulnerable.
Einar suelta una risa baja y vuelve a sentarse en la cama junto a ella, el bebé acomodado en su pecho.
—Supongo que ambos hemos cambiado.
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