Teo depositó un beso en el vientre de Hannah antes de cubrirla con su camiseta. Luego se acomodó a su lado, de costado, con la mano extendida sobre su abdomen. Parecía haber desarrollado una obsesión por tocar su vientre, especialmente después de haber pasado un tiempo lejos de ella.
Durante aquellas semanas, Hannah había pasado por algunos cambios. Su vientre había crecido; a sus catorce semanas de embarazo, sus hijos ya comenzaban a darse a notar. Sus senos también estaban más turgentes.
—Me alegro de que todo esté bien con ustedes —susurró él—. Tenía miedo de que un día me llamaras para decirme que algo había salido mal.
Esa mañana habían tenido su cita con la doctora, quien finalmente les confirmó que el hematoma había desaparecido por completo. Había tardado casi un mes, pero por fin su esposa y los bebés estaban fuera de peligro y, lo más importante, ya no tendrían que estar separados.
Para alguien que en el pasado había disfrutado tanto de su soltería, no se había sentido ni u