A Teo no le gustó el sonido de esa palabra. Escuchar a Hannah hablar de divorcio con tanta naturalidad le provocó una desazón. El recordatorio de que lo que tenían no era real, incluso si así se sentía, y que tenía una fecha de caducidad establecida. Aunque últimamente había pensado cada vez menos en ello —¿para qué preocuparse por algo que aún estaba lejos?
Pero esta vez no pudo tranquilizarse con ese simple pensamiento en ese momento.
—Toda mi familia ha caído bajo tu encanto —dijo, intentando apartar la idea y concentrarse en otra cosa—. Cada vez que hablamos, lo primero que preguntan es cómo estás, creo que ya ni siquiera les importo… y yo soy su hijo —fingió quejarse—. Ellos te adoran, y nada cambiará eso.
—¿Y tú? —preguntó Hannah, con una mezcla de curiosidad y cautela—. ¿Podremos seguir siendo amigos después de nuestro divorcio?
No entendía por qué había tenido que mencionar el divorcio para empezar. No quería pensar en eso, ni imaginar un futuro sin Teo. Él se había apoderado