Escucho música y abro los ojos, no quisiera levantarme de la cama, pero al mirar el reloj, me doy cuenta que falta una hora para entrar al trabajo, me estoy mal acostumbrando a despertar con el tiempo justo.
Me estiro en la cama y después de mirar el techo fijamente unos minutos, me pongo de pie para ir al baño.
Pongo el agua tibia y me doy una ducha rápida. Al salir, me pongo mi uniforme, me maquillo un poco y dejo mi cabello suelto.
Sigo la música y me sorprendo al encontrar a Nathan cantando a todo pulmón sus canciones de música country, mientras mueve algo sobre la estufa.
—Buenos días, mi adorado gruñón —lo saludo.
Se da la vuelta para mirarme, ya está duchado y ahora sí tiene su uniforme, que por cierto le queda muy bien.
Me entrega una taza con té de canela y me da un beso en los labios.
—Buenos días —me saluda—. ¿Estás lista para ir al trabajo?
—Creo que sí —respondo.
Preparo la mesa y después trae los platos con un delicioso pan francés, que es imposible no sabor