Pero…
Eso Mateo… no lo sabe.
—¿Qué te hace pensar que podrían responsabilizarme de una muerte accidental? — lo aterro, él está muerto del miedo — Podrías quedar encerrado en cualquier habitación del edificio y ser devorado por las llamas. ¿Cómo sería culpable yo de eso?
Los labios de Mateo tiemblan.