*Unos meses después*
Laia.
—Es un saludable niño —comentó Eliezer, con mi pequeño en sus brazos.
Él y los sanadores me habían ayudado a dar a luz de forma natural porque no me daba tiempo de llegar al hospital, ya que el más cercano estaba a más de una hora de la mansión.
El sudor empapaba cada zona de mi cuerpo, estaba exhausta y con mucho cansancio por el parto. Fue el dolor más desgarrador que había experimentado en mi corta vida, pero valió la pena luego de ver a ese pequeño bebé.
—Es mi hijo, ¿no? —cuestionó Caleb.
Él estuvo todo el tiempo a mi lado, tomando mi mano como símbolo de apoyo. Inhalé hondo, la garganta me ardía un montón, pero todo mi mundo volvió a la normalidad cuando Eliezer lo colocó en mis brazos.
—Es diminuto, no puedo creerlo —sonreí, acariciándolo.
Estaba un poco moradito, aunque ya los sanadores lo habían limpiado un poco con toda la sangre que salió. Le habían puesto una ropita que le quedaba adorable. Parecía un muñequito.
—¡¿Ya podemos entrar?! —L