Leonardo le cosió y desinfectó de inmediato la herida, le puso un gotero y esperó hasta que le bajara la fiebre.
A las once de la noche, Ada bajó del apartamento de la planta de arriba con un pequeño refrigerio.
—¿Está mejor?
Leonardo por un momento dejó en la mesa la revista que estaba leyendo muy entretenido y se pellizcó el entrecejo.
—Ya está mucho mejor, puede que se despierte en un buen rato. Voy a quedarme aquí a cuidarlo para que no vuelva a subirle la fiebre, pero tú vete a dormir, ya es muy tarde.
Ada agarró un taburete para sentarse al lado de él y Leonardo se levantó rápidamente para ayudarla a moverlo.
—Me quedaré aquí un rato contigo y cuando despierte me iré —dijo tras sentarse muy cómoda.
Leonardo sonrió con sutileza y colocó la mano de la mujer en una de sus piernas.
—Está bien, quédate solo media hora.
—Sí —afirmó Ada obedeciendo.
Luego de poner en orden algunos asuntos, Álvaro fue apresurado al Jardín Flotante en busca de Nadia. Cuál fue su gran sorpresa al llegar y