La mirada del niño era muy inocente. Cuando Gabriel bajó la cabeza y lo miró, recordó de inmediato el dolor de su infancia. El rostro de Gabriel se volvió aún más sombrío de lo que Dafne había imaginado.
Dafne hizo un leve gesto a Marina, quien entendió la mirada y se acercó al instante para levantar a Manolo en brazos, diciendo:
—Niño Manolo, te llevaré a jugar con los juguetes. Ellos tienen asuntos importantes que discutir.
Manolo extendió sus manos hacia Gabriel, llorando:
—Quiero que papá me abrace.
Gabriel, con una expresión fría e indiferente, solo le echó un leve vistazo al niño y se alejó fríamente, luego se sentó en el sofá.
Alessia mantuvo una amplia sonrisa en su rostro y nunca apartó la mirada del niño. Manolo lloraba incesante pidiendo que lo bajara y, de repente, corrió hacia Alessia. Alessia extendió sus brazos y lo levantó, colocándolo en su regazo. Manolo abrazó su cuello con sus pequeñas y dulces manos y con una voz triste lloró:
—Mamá, ¿por qué a papá no le gusto? ¿H