Los tres miraron a Luna al mismo tiempo.
Luna: —Sí.
Nadia: —¿Y cuándo regresará él?
Nadia pensó para sí misma, la última vez que jugaba baloncesto, le arrebató un chupachups de la mano y le prometió devolvérselo, pero aún no lo ha hecho.
—No estoy segura, tal vez regrese cuando la tía Marta se haya recuperado completamente de su enfermedad.
Mario encogió los hombros:
—Cuando él se va, Roberto tiene problemas. Su escritorio está lleno de cartas de amor y ahora apenas va a clase para evitar a esas admiradoras locas.
Después de media hora de paseo, eran un poco más de las ocho.
El teléfono en el bolsillo de Luna comenzó a sonar.
La atmósfera de la conversación se volvió repentinamente muy silenciosa.
Cuando Luna vio quién llamaba, contestó el teléfono.
—Ya estoy bien, puedes recogerme a la puerta de la escuela.
—...
—Sí, te esperaré, ten mucho cuidado en el camino.
Después de unas palabras, Luna colgó el teléfono.
—Debo irme.
Mario dijo:
—Te llevaremos a la preparatoria y luego llevaremos