Después del baile, Frida tomó el abrigo que un sirviente le entregó y se acercó a Abigaíl Ríos. Dijo:
—Mamá.
Abigaíl notó la expresión un poco triste de su hija y preguntó bastante preocupada:
—Cariño, ¿qué te pasa? Hoy es tu cumpleaños, ¿por qué no estás contenta? He invitado a tus cantantes favoritos. No te pongas triste, te presentaré a algunos chicos, ¿de acuerdo?
Frida frunció de nuevo el ceño y rechazó:
—¿Puedo rechazar esa oferta? Quiero jugar con mis amigos en la fiesta… Esos chicos siempre me hacen preguntas extrañas, que me incomodan mucho.
La suave música sonaba en el salón y con su voz baja, solo Abigaíl podía escucharla. La reconfortó:
—Te entiendo, pero como heredera de la familia, tendrás que acostumbrarte a esto.
Como anfitrionas de este banquete, Frida no tuvo más remedio, que atender a algunos socios comerciales de la familia junto con Abigaíl. Excepto por la familia Sánchez, que no había sido invitada.
—Mamá, ¿Gabriel aún no quiere venir a visitarnos?
A Abigaíl le do