Beatriz insiste, llamando a su madre, hasta que escucha la voz de su padre, que rápidamente toma el teléfono de Frida al verla paralizada, mirando al vacío.
—¿Aló, quién habla?
—Hola, papá, soy Bia. ¿Le pasó algo a mamá? Por el amor de Dios, dime que está bien. —Beatriz pregunta, preocupada.
—La verdad, no sé qué le dijiste a tu madre, pero está aquí, paralizada, mirando al vacío. No entiendo qué fue lo que le dijiste. —Olavo responde, impaciente.
—La verdad es que pedí disculpas por lo que hice. Sé que fue totalmente injusto contigo y con mamá, pero fue un pedido de Lis, y no podía ignorarlo de ninguna manera. Ahora que los niños están a punto de nacer, queremos mucho que ustedes dos estén aquí en el hospital, para la llegada de sus nietos. —Una vez más, un silencio se apodera del ambiente, hasta que Olavo, eufórico, interrumpe.
—¡Beatriz! ¿Te estás volviendo loca? ¿De qué estás hablando? ¡No juegues con nosotros, Beatriz! Sabes muy bien que no nos gustan este tipo de bromas. ¡Ni siq