Está haciendo esa cosa súper masculina en la que se disculpa sin realmente decir la palabra -lo siento-.
Lo presiono. -¿Es eso una disculpa real, en vivo, Sr. Kendrew?-
-Solo soy la mitad del bastardo que crees que soy, señorita Jones-.
-Eso sigue siendo demasiado bastardo para mí-.
Su pulgar traza un círculo en mi cadera. -No tienes idea de en cuántos problemas te meterá esa boca-.
-¿Supongo que me vas a iluminar?-
Nuestros ojos se mantienen y se demoran.
La suya es abrasadora. Quemaduras de segundo grado.
Necesito garras en mi pecho. Hay demasiada tela en el camino. Su abrigo. Mi vestido. Mi ropa interior. Demasiadas barreras de mi piel a la suya.
Me acaricia la mejilla. -Gracias.-
-Finalmente-, exhaló, moviendo mi mano desde el banco hasta su hombro. -Aunque, ahora que escuché esas palabras de ti, necesito encontrar algo más en lo que trabajar—
Antes de que pueda terminar la oración, sus grandes manos se aprietan sobre mi cintura y tiran de mí hacia adelante. Es un movimiento rápid