—No puedo creer que Rosario sea la mujer del Sr. Cobras, no es de extrañar que nadie se atreva a armar un escándalo aquí.
—No es que nadie se atreva, es que los que lo han intentado ya están muertos. Hace un tiempo, un multimillonario intentó coquetear con Rosario aquí y el Sr. Cobras le cortó las manos y los pies en el acto. Después de eso, el hombre no se atrevió a decir una palabra y hasta fue personalmente a pedir disculpas.
—¡Joder! ¿Tan despiadado?
—Claro, el Sr. Cobras es el cacique del sur de la ciudad, ¿quién se atrevería a desafiarlo?
Al enterarse de la identidad de Rosario, todo el bar se convulsionó.
Algunos estaban sorprendidos, otros temerosos, y algunos incluso disfrutaban del caos.
—Ahora estamos en problemas.
Andrés tragó saliva y comenzó a sudar frío.
Si hubiera sabido que este lugar estaba bajo la protección del Sr. Cobras, ni con cien vidas se atrevería a faltar al respeto.
—¿Cómo terminamos metidos con este demonio?
Yolanda se encogió, su cara llenada de temor, ya