Capítulo 902
Julieta, sosteniendo su espada, se acercaba a Pedro temblorosa.

Con una expresión muy compleja.

A mitad del camino, su espada cayó al suelo con un sonido crujiente.

—Maestro... No puedo hacerlo, ¡realmente no puedo!

Julieta giró, con lágrimas corriendo por su rostro.

La culpa y la compasión se entrelazaban.

—¡Inútil! —La cara de Liliana se ensombreció, avanzó y le dio una bofetada a Julieta, tirándola al suelo—. ¡Ni siquiera puedes matar a un hombre, ¿para qué sirves?!

—¡Maestro! Ella no se atreve, ¡yo sí!

En ese momento, la multitud se dispersó, y Marisol, cojeando, avanzó.

Esa mirada hacia Pedro estaba llena de rencor.

Ser golpeada era una cosa, pero lo que más le molestaba era que él se atreviera a ignorar su belleza, incluso a despreciarla.

—Muy bien, tú lo matarás.

Liliana asintió satisfecha.

Sin duda, esta discípula mayor era la que más cerca estaba de su corazón.

—Pedro, oh Pedro, nunca imaginaste que este día llegaría, ¿verdad? —Marisol sonrió maliciosamente mientras sacaba su
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