—¡Maestro!
Al ver a Liliana desmayada por la ira, los discípulos del Palacio de Jade se asustaron.
Se apresuraron a rodearla, dándole medicinas y pellizcando su punto de reanimación.
Pero las heridas eran tan graves que de nada servía.
—¡Rápido! ¡Lleven a la Líder a buscar un médico! —Rebeca gritó, inmediatamente organizando a todos para llevar a Liliana afuera corriendo.
—Las heridas causadas por perderse en la meditación profunda no las puede curar un médico común. Claro, si están dispuestos a admitir su error y pagar cincuenta mil millones como recompensa, podría considerar salvarle la vida —dijo Pedro con indiferencia.
—¡Tonterías! Cincuenta mil millones, ¿por qué no vas a robar? —Rebeca miró fijamente—. ¡No hables como si nuestra Líder estuviera condenada, incluso si realmente estuviera en peligro de muerte, no vendríamos a rogarle a un mocoso como tú!
—¿Es así? Entonces les deseo suerte —Pedro sonrió, pero no parecía sincero.
—¡Vámonos!
Rebeca, sin ganas de perder más tiempo en p