—Quien de ustedes quiera beber esta copa, que la beba, pero yo no lo haré.
Pedro, con rostro imperturbable, no temía a las amenazas.
—¡No es tu decisión beber o no esta copa! —dijo Wilberto, su rostro endureciéndose—. ¡Vengan! ¡Fórzenlo a beber!
—¡Sí, señor!
Al escuchar esto, dos suboficiales se acercaron rápidamente, listos para obligarlo a beber a la fuerza.
—Lárguense.
Pedro, con un movimiento rápido, abofeteó a los dos suboficiales, tirándolos al suelo.
Les golpeó tan fuerte que les salió sangre por la nariz y los dientes volaron por los aires.
Por un momento, no podían ni levantarse.
—¡Maldita sea! ¿Este tipo realmente se atreve a golpear a alguien?
Al ver esto, todos se sorprendieron y se enfadaron.
Golpear a un oficial no es un crimen menor.
En circunstancias graves, incluso podrían dispararle.
—¡Joven! ¡Estás buscando la muerte!
Al ver a sus suboficiales golpeados, Wilberto finalmente se enfureció.
De repente atacó, lanzando un puñetazo hacia el rostro de Pedro.
Como alto ofici