—¡Alto!
Con ese grito furioso, un grupo de expertos matones vestidos con trajes y portando porras entraron de manera imponente.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo se atreven a irrumpir en una estación de policía? ¿Es acaso una rebelión? —gruñó Ignacio.
En este momento, él estaba lleno de ira y solo deseaba destrozar a Pedro. Cualquiera que se interpusiera sería su enemigo.
—¡Vaya, qué presencia tiene el Jefe de Policía Ignacio!
A medida que la multitud se dispersaba, una mujer de apariencia valiente, figura ardiente y rostro espectacular caminó con aire amenazante.
—¿Estrella?
Al ver a la recién llegada, la ira de Ignacio se suavizó un poco y su mirada se volvió algo más seria.
—Pedro, tienes suerte; tu novia ha venido a salvarte.
Mirando a la imponente Estrella, el rostro de Leticia se tornó algo complejo. Se sentía feliz y al mismo tiempo tenía una cierta resistencia inexplicable. El orgullo de ser mujer la hacía reacia a aceptar la ayuda de la otra, pero la realidad era que sólo esta muje