Viendo a Lizbeth, consumida por el dolor, en sus brazos, Pedro no pudo evitar suspirar y, extendiendo su mano, le dio suaves palmadas en la espalda para consolarla:
—Horacio ha muerto, pero yo estoy aquí, de ahora en adelante seré tu familia. ¡No permitiré que nadie más te lastime, te lo prometo!
—¿Por qué? ¿Qué hice mal? —Lizbeth lloraba desconsoladamente, gritando—. Mi madre murió, mi padre también se ha ido, y ahora estoy completamente sola. No entiendo, ¿por qué el destino es tan cruel conmigo? ¿Por qué?
Su padre había sido un hombre honorable toda su vida, nunca hizo nada que pudiera considerarse cruel o injusto.
Incluso cuando fue asesinado a traición, no guardó rencor ni buscó venganza.
Ella no podía entender por qué alguien tan bueno tenía que morir de manera tan trágica.
¿Acaso las personas buenas realmente no reciben su recompensa?
Si ese es el caso, entonces preferiría ser vista como una villana despiadada toda mi vida.
—Niña, confiar en el destino no sirve de nada, todo dep