Capítulo 311
Alvaro miraba a Delicia, quien ya estaba furiosa hasta cierto punto, y luego observó con calma el teléfono dentro del tazón.

—¡Déjalo!

—Ven aquí. —dijo con dos palabras cortantes, llenas de una autoridad incisiva.

Delicia permaneció sentada, sin moverse, su intención de desafiarlo era evidente.

El hombre rugió:

—¡Todos ustedes, fuera!

Los presentes, al oír esto, huyeron como si les hubieran concedido un indulto.

Solo quedaban Delicia y Alvaro. El hombre se levantó, avanzando hacia ella con pasos largos y decididos.

Delicia instintivamente quiso escapar, pero la ira la mantuvo en su lugar.

La imponente presencia del hombre la envolvió completamente y, antes de que pudiera reaccionar, la levantó del asiento como si fuera una cría de pollo.

—Delicia, ¿acaso te he mimado demasiado antes? —preguntó, su voz cargada de una ira contenida.

Luego la lanzó sobre el sofá. Delicia intentó levantarse, pero en el siguiente instante, Alvaro la presionó con fuerza.

—¿Quién diablos te ha dado el valor
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