Punto de vista de Serena
Bajé del coche de Mateo y me quedé mirando su casa, o mejor dicho, su mansión. Era enorme, con imponentes columnas blancas y amplios ventanales que hacían que mi apartamento pareciera una caja de zapatos. Por un momento, me pregunté si en secreto, era un multimillonario como Bill y Calvin. Ese pensamiento me desconcertó porque nunca me había dado esa impresión.
—¿Lista para entrar? —Preguntó Mateo, parado junto a mí, un poco divertido por mi reacción.
Asentí, intentando parecer tranquila. —Sí, vamos.
Mientras subíamos los escalones de piedra, las puertas principales se abrieron y una mujer nos recibió con una cálida sonrisa. —Señorita Nixon, bienvenida. La señora Domínguez la está esperando.
La seguimos al interior, y traté de no quedarme boquiabierta ante lo que veía. El interior era tan grandioso como el exterior, con techos altos y arañas de cristal que brillaban con la luz del sol. Todo estaba pulido, cada detalle perfectamente en su lugar, ese sitio gritab