Stefan
Tomo una gran bocanada de aire y suspiro, ni en mis peores pesadillas me imaginé que mi padre armaría una boda para mí de esta manera. Debería estar aterrado, saltar por la borda o simplemente llenarme de valor y decir toda la maldita verdad; en cambio, no lo hago. Me quedo callado como un cobarde, o quizá, como alguien que en el fondo no está tan desanimado con la idea.
Me centro en mirarla solo a ella, y Lizzie hace lo mismo conmigo. La música típica de boda comienza a sonar mientras avanza hacia mí, colgada del brazo de mi padre.
La marcha parece eterna, muevo el pie con impaciencia hasta que llega hasta mí y él me la entrega.
—Sé que serás muy feliz con Lizzie, y tú muchacha, sé que lograrás hacer que este cabeza dura aprenda que no todo en la vida se trata de trabajo y dinero.
—Gracias señor Carlo —responde en un susurro.
—Muy bien, empecemos con la ceremonia —anuncia el padre.
Tomo la mano de Lizzie, que está tan fría como el hielo y temblorosa como una hoja al viento. Ha