Despedida de una madre

Matthew

Recuerdo que me contó sobre una pelea que tuvo con su hija, aunque no lo parezca, Gina era la que le impedía muchas veces que la acompañara. Le decía que debía centrarse en sus estudios y cuando le dijo que dejaría la universidad, juro que pude sentir cómo se le derrumbaba el único pilar que la mantenía en pie. La verdad era que Carol lo estaba intentando, es duro mantener un hogar, un enfermo y estudios. Imagino que nunca se ha quejado frente a su madre y eso me hace pensar que ambas son fuertes sin lugar a duda, de tal palo tal astilla. Pero mi querida madera de calidad comenzaba a resquebrajarse, mi amiga se estaba marchitando.

Aunque a veces teníamos consultas con psicólogos, igual no creo que hicieran mucho, porque cuando tu cuerpo comienza a pedirte parar, dudo que algo en este mundo pueda animarlo a seguir.

—Matt… estoy cansada de pedir y no ver siquiera una señal, algo que me diga que saldremos adelante. Mi confianza está dañada cada día, siento vergüenza de pensarlo, pero quiero morir.

Aquello me impactó y mis ojos se abrieron de par en par porque me sentía igual, aun así, no debía decirle eso.

—Gina, no te sueltes de las ganas de vivir, ya estamos casi al final de la recta.

—Matt, siento decirte esto amigo, pero el acto que hace la muerte para atraparme está funcionando cariño. El dolor es cada vez más fuerte y lo escondo para no molestar a mi hija. Quiero vivir por ella, por no dejarla sola, pero a la vez siento que soy una carga que la arrastra sin poder detenerme.

—Habla con el psicólogo o qué tal si vamos a una iglesia, quizás rezar nos dé fuerza.

—Hijo, a esta altura creo que hasta Dios ya se dio por vencido conmigo, quizás solo quiere decirme que es hora de que descanse. Ya mi misión en esta tierra terminó, aunque no quiera abandonar a mi bebé. En cambio, tú aún tienes una oportunidad cariño, sé que un ángel viene en camino para ti.

Sonreí con tristeza.

—Gina, déjame ser egoísta contigo, eres como mi segunda madre, no te vayas como la primera. Necesito tu cariño maternal.

Ahora ella me sonríe y golpea mi brazo.

—Compláceme entonces en algo hijo, llévame a un parque a tomar el sol y disfrutar de un helado.

—Claro, cuando terminemos aquí, te llevó.

—¡Perfecto!

Me pareció verla más animada y como dije la llevé al parque a tomar el sol, ambos sentados en un banco mientras comíamos helado. Fue un día cálido que pensé que quizás daría paso a mejores, pero me equivoque. Los días siguientes deje de ver a Gina, según Carl había decidido tomarse unos días de descanso para arreglar algunas cosas legales que necesitaba dejar en orden.

Eso me olió mal, algo me decía que estaba preparando todo para despedirse. Mientras tanto cada día era peor para mí, mi familia me comenzó a hostigar otra vez. Me sentía tan solo, pues mi nana tuvo que viajar de urgencia. Resolví que había tenido suficiente, renunciaría a todo tratamiento y me iría a viajar por el mundo. A pasar mis últimos días viendo todo lo hermoso de esta tierra. Lo siento papá, pero venderé la empresa y seré libre.

Ya estaba todo decidido, así que con paso seguro me dirigí hacia el hospital. Hablé con Carl, se molestó porque tiré los brazos, pero solo yo sé cuánto duele y es mi vida. Aun así, trató de convencerme por todos los medios de que al menos entrara en la última terapia por si aparecía un donador. Me negué hasta cansarlo y aunque no me apoyaba como doctor como amigo lo hacía. Me deseó buen viaje dándome un abrazo y así nos despedimos.

Quería darle una última ojeada a la sala de quimioterapia a ver si veía a Gina una vez más para despedirme, pero nada. Eso me entristeció, sin embargo, así era el destino. Caminaba por el pasillo y sentí una llamada de código rojo, me ericé de arriba abajo. Traté de ver de dónde venía la horrible, sin embargo, antes de localizar la habitación; una chica dejó caer el café a mis pies.

La vi correr y por un momento la reconocí, Carol, la hija de Gina. Puse mis pies en marcha para seguirla, al llegar veo que un enfermero la sostiene en la puerta mientras ella grita.

—¡Madre!

Había muchos de pie alrededor de la cama, entre ellos Carl, me paralicé y tragué en seco. Estiré mis brazos y tomé por los hombros a la chica que gritaba. Ella no se resistió y el enfermero la dejó ir cuando vio que se escondió en mi pecho para llorar. Algo nos conectaba en ese momento, quizás el espíritu de Gina o que había sido también una madre para mí. Escucho a Carol pedir que su mami no la abandone como si volviera a tener siete años.

Hay un gran silencio en el pasillo, se oye claramente las máquinas pitando y lo que los médicos hacen, aun a puerta cerrada. Me pego a la pared llevándola conmigo y la refugio en mis brazos. Con la cabeza apoyada contra la fría tapia, rezó porque Georgina no nos deje. Escucho las llamadas para que despejen la cama y así aplicar la descarga de un desfibrilador, mientras se repite aprieto a la chica en mi pecho, tratando de protegerla.

De momento siento que todo se queda tranquilo y la máquina da señales de vida, beso su cabeza tratando de decirle que todo está bien, pero qué equivocado estaba. A los pocos minutos se abre la puerta y todos comienzan a retirarse, las caras no son muy halagüeñas, Carl se para en la puerta.

—¿Carol? —La llama con voz suave y ella lo mira con sus ojos llenos de lágrimas—. Creo que será mejor que te despidas de ella, no creo que pueda luchar más.

Ella sacudió su nariz y corrió adentro mientras yo apretaba mis labios por el dolor, para luego interrogar a Carl.

—¡¿No se puede hacer nada?! ¿Está tan mal?

—No, no podemos hacer nada. Desgraciadamente, esos días que no recibió tratamiento la enfermedad los aprovechó para atacar sin compasión.

Miré a mi amigo con tristeza y decidí entrar, Carol sostenía la mano de Gina mientras lloraba. Ella está despierta, pero muy débil y esto me hace doler el pecho, siento unas ganas horribles de llorar, de gritar. Ella me mira y sonríe, a pesar de la enfermedad se nota que era una mujer hermosa y llena de vida. Me estira su mano y me acerco a tomarla mientras le sonrió con los ojos aguados.

—Por… Favor… Hijo, lucha… Cuida… la… por mí… Sobrevive.

Asiento y miro a Carol que nos mira sin entender cuando su madre aprieta ahora su mano. Ella la mira y entre lágrimas trata de sonreírle.

—Mamita.

—Hija… sé feliz… Te amo.

—Yo te amo mamita, no me dejes, no te des por vencida.

—Lo… siento a… mor.

Y sonriendo con lágrimas descendiendo por su rostro, cierra sus ojos y da su último respiro mientras su expresión da a entender que se ha ido en paz.

—¡¡¡NO!!! ¡MAMA!

Se lanza sobre ella y las máquinas comienzan a pitar, el dolor me invade y bajo mi cabeza cuando mi rostro se llena de lágrimas. Mi segunda madre también se va, mi refugio, otra vida acaba de cesar y el dolor es tan fuerte. Otro ser que queda desamparado en este mundo gris para luchar por su supervivencia.

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