Damiano Zorzi, necesita un heredero de manera imperiosa, pero no confia en ninguna mujer, pues su corazón ha sido roto en mil pedazos. Por lo que buscará obtener lo que necesita de una manera poco ortodoxa, pero no por ello menos efectiva, y muy discreta. Alexandra Valente, pensaba tener la vida perfecta junto al hombre que amaba, hasta que descubre que él le es infiel; sumergida en el dolor, ella decide huir sufriendo un accidente en el proceso, quedando así en coma. Sin más salida al ver que la vida de Alexandra se le escapa de las manos; Bruno, decide alquilarla a un hombre poderoso que posee los medios para mantenerla con vida, con la condición de que sea el recipiente perfecto para cumplir su tan anhelado sueño. La situación se complica, cuando Alexandra despierta, y descubre que solo fue usada, y que es madre del hijo de este hombre, Damiano Zorzi, con quien después de negociar, fingirá un matrimonio solo para no abandonar a su pequeño. ¿Podrá Alexandra sobrevivir a esta difícil situación, habiéndose casado sin amor? ¿O este hombre arrogante, frío, y con traumas de su pasado, termina amándola?
Leer másCapítulo 1—El inicio de todo
Alexandra Valente Abriendo mi boca en busca de aire, sentí mis ojos cristalizarse ante la escena frente a mí. Todo era cierto, Bruno me era infiel, y permaneciendo estática, no podía creer. —Bruno—Musité en un hilo de voz. Sintiendo mis lágrimas rodar por mis mejillas, y retrocediendo un par de pasos, mi prometido salió de la nube de excitación en la que se hallaba al escucharme. —Alex... No es lo que crees Bufando ante su descaro, lo vi salir del interior de su amante, con quien sostenía una faena de se*xo bastante entretenida, y chocando contra la puerta a mis espaldas, intenté huir, pero él me detuvo de mi mano, mientras intentaba sostener sus pantalones a medio caer. —Déjame explicarte... Ella, no es nada, Alex... Su frase quedó inconclusa, cuando llena de coraje, elevando mi mano la impacté en su mejilla, y sintiendo el ardor extenderse en ella, salí de ese lugar lo más rápido que pude. —Alex, ¿A dónde vas? Espera. Santiago, el barman del lugar, intentó llamarme al verme caminar a la salida de prisa, e ignorando el bullicio, y las luces incandescentes de mi alrededor, me marché de allí mandando todo al demonio. —He sido una tonta, Él... Sintiendo cómo el aire me faltaba, deje mi frase inconclusa para recargar mi espalda en la fría pared a unas cuantas cuadras del bar al que Bruno solía frecuentar, y sintiendo las gotas de lluvia mojar mi cuerpo, miré al cielo oscuro. La verdad siempre estuvo ante mis ojos, y jamás lo noté. Él no me amaba, él solo fingía disfrutar de mi compañía, dar todo por mí, solo para usarme, mientras que a mis espaldas me era infiel. Caminando un par de calles, la lluvia empezó a caer de manera torrencial, y empapando toda mi ropa, esta empezó a escurrir el agua; mientras buscaba como marcharme de esa zona de la ciudad —Debo buscar un taxi Deteniendo mi andar en la primera parada que hallé, permanecí allí rogando por un salvador debido a la alta hora de la noche que era, y mirando a la distancia una luz que encaneció mis ojos, respiré aliviada. —Buenas noches… Bajando mi cabeza a la altura de la ventana, una vez se detuvo a mi lado, me quedé descolocada al notar que el auto no era un taxi, y mirando al interior, noté a un hombre enfundado en un traje, y apariencia apuesta, que dijo. —¿A dónde va? Yo la llevaré. Me aferré al desconocerlo, no sabía quién era como para subir así nada más a su vehículo, sin saber a dónde podría parar, por lo que retrocediendo, solo respondí, conteniendo el aire algo tensa. —Disculpe, me equivoqué. Pensé que era alguien más que venía por mí. En realidad, todo era una gran mentira, nadie vendría a buscarme, siquiera existía alguien que se preocupara por mí, solamente no sería tan tonta como para decírselo; sabría Dios, quién era ese hombre como para acceder a irme con él así nada más. El hombre en el interior, quien debo resaltar, era muy apuesto como para andar en la zona de quinta en la que me hallaba, se acercó más a la ventana para verme mejor, e insistiendo, volvió a decir. —Es muy tarde, si quieres, llama a tu novio, y dile que te llevaré a un punto en donde él pueda ir a buscarte. Mis ojos volvieron a derramar lágrimas silenciosas allí mismo, al recordar al idiota de Bruno y su mugrosa traición, y limpiando enseguida el rastro que ellas dejaban en mi rostro, respondí. —No, gracias, él ya está por llegar, de igual forma valoro sus ganas de ayudarme. El hombre no dijo nada más por un breve instante en el que no movió su auto de mi lado, y permaneciendo molesta por su presencia silenciosa, y por mis males amorosos, espeté —¿Ahora qué quiere? El hombre parecía verdaderamente interesado en captar mi atención, lo cual me intrigó un poco, porque de ser un depravado sex*ual, en lugar de hablar, solo me hubiese tomado de los cabellos, y me hubiese metido en su auto, pero solo enarcando una ceja, agregó. —Solo quiero asegurarme que esté bien, es muy tarde, y esta zona es peligrosa. Una vez vengan por ti, me marcharé, y jamás nos volveremos a ver las caras. Bufé, ante eso, era absurdo lo que pretendía. ¿Con qué intensión deseaba ayudarme, si no lo conocía? Soltando una maldición, hice de mi mano un puño completamente molesta, y mirando a mi alrededor, contemplando solo la soledad de la ciudad, pregunté. —¿Acaso una dama no puede llorar sola en la calle cuando se le place? El hombre, de rostro perfilado y cabello oscuro, se quedó descolocado por mi pregunta, y empezando a caminar, lo dejé atrás. No tenía la más mínima idea de lo que haría, ni cuál sería mi destino, a las casi 12:00 am, pero alejándome de ese tipo, avancé un par de calles, peleando al viento por mi mala fortuna. —Bruno, mal*dito idi*ota… Y pensar que deseaba casarme contigo, tener una familia, hijos… Y tú. Mi voz se entrecortó, y mis ojos se humedecieron de nuevo al recordar sus promesas vacías, que no fueron más que mentiras. Caminando sin mirar a los lados, pasé un par de calles sin prestar atención a nada, y llegando a otra parada de taxis, me quedé allí esperando cualquier cosa en donde irme. ¿Quién en su sano juicio andaría en la calle a esa hora? Por supuesto que nadie, solo el desgraciado de mi prometido que se hallaba alcoholizado, un par más como él, el acosador, y claro… Yo. Una pen*deja que no se amaba a sí misma, y perseguía a un infiel como tonta. Siguiendo mi camino al ver que el tiempo pasaba y no llegaba nada, continué lamentándome por mi mala fortuna, y escuchando de pronto el rechinar de unas llantas, patinar en el asfalto, me quedé estática al ver la luz encandecer mi visión. —¡No! Musité con respiración agitada y mis pies fijados en el suelo a media calle, como si me hallase pegada a él, y sin poderme mover esperé el impacto Juro que intenté quitarme de allí, quería correr, ponerme a salvo del demente que venía del otro lado del volante, y notando cómo este se dirigía a mi dirección, perdí la conciencia cuando me arrolló.Epílogo: Un Nuevo ComienzoNarrador:El sol bañaba las colinas de la Toscana con su luz dorada, iluminando los viñedos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. La finca Zorzi, luego de 3 años, completamente remodelada, era un testimonio de amor, trabajo arduo y esperanza. Damiano y Alexandra habían convertido aquel sueño en una realidad, y la paz que buscaban para su familia finalmente los envolvía. Chiara corría por los jardines, su vestido blanco ondeando mientras Gio la perseguía con risas despreocupadas. La niña, con sus mejillas sonrosadas y una energía inagotable, era la viva imagen de una infancia feliz. El tratamiento d resultado efectivo, permitiéndole llevar una vida completamente normal, y sus padres no podían estar más agradecidos. Damiano observaba a sus hijos desde la terraza, su mano entrelazada con la de Alexandra. Ambos estaban vestidos elegantemente; él con un traje azul marino y camisa blanca, ella con un vestido largo de lino, sencillo pero impecable.—Es i
Capítulo 78 —Un RespiroNarrador:El día de las pruebas llegó con un aire denso que parecía envolver a la familia Zorzi. Alexandra y Damiano llevaron a Gio al hospital temprano en la mañana, queriendo que el pequeño pasara por el proceso sin demasiadas preguntas ni preocupaciones. Sin embargo, sus propias tensiones eran imposibles de ocultar.Gio, ajeno a la gravedad de la situación, caminaba de la mano de su madre mientras sostenía su peluche favorito en la otra. Damiano iba junto a ellos, con una mano en el hombro de su hijo, intentando proyectar una seguridad que no sentía.—¿Por qué vamos al médico otra vez? —preguntó Gio con curiosidad infantil, girando la cabeza hacia su madre.Alexandra le ofreció una sonrisa cálida, aunque un poco forzada.—Solo queremos asegurarnos de que estás muy sano, cariño. Es como cuando llevamos a Chiara para que la revisen.Gio asintió, aceptando la explicación con la confianza de un niño que no conocía el peso que cargaban sus padres. En la sala de e
Capítulo 77 —Decisiones y TensiónNarrador:El sol apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas cuando Alexandra entró en la cocina. Había pasado la noche en vela, con las palabras de Damiano resonando en su mente. A pesar de su enojo, sabía que no podían quedarse paralizados por la incertidumbre. Había tomado una decisión, una que necesitaba compartir con él. Damiano estaba sentado en la mesa, con una taza de café entre las manos. Parecía cansado, con la mirada perdida en el líquido oscuro como si buscara respuestas en él. Cuando Alexandra entró, levantó la vista, y algo en su expresión se iluminó, pero el ambiente seguía cargado de tensión. Alexandra se acercó con paso firme, su rostro sereno pero serio. Sin preámbulos, le dijo—He concertado una cita con el médico —su tono era neutral pero cargado de determinación —Antes de someter a Gio y a Chiara a las pruebas, quiero hablar con él y entender exactamente a qué nos enfrentamos.Damiano la miró, sorprendido. Su primera reacción fu
Capítulo 76 —La Revelación y el QuiebreNarrador:Alexandra entró en el despacho con paso decidido. Damiano no estaba en casa, y ella buscaba unos documentos que Gio necesitaba para su próxima cita médica. Aunque la estancia estaba ordenada a simple vista, una sensación de incomodidad flotaba en el aire, como si los secretos se escondieran en cada rincón. Abrió uno de los cajones del escritorio y comenzó a buscar entre las carpetas, cuando algo llamó su atención. Un sobre grueso, mal escondido bajo una pila de papeles. Lo tomó, extrañada por el peso y la forma descuidada en la que había sido guardado. En la parte superior, reconoció el logo del hospital donde había nacido Chiara. Alexandra frunció el ceño, sintiendo un nudo en el estómago antes siquiera de abrirlo. Algo en ese sobre le decía que contenía respuestas que no estaba preparada para recibir. Pero el impulso fue más fuerte. Al deslizar los papeles hacia afuera, lo primero que vio fue el encabezado: "Resultados genéticos prel
Capítulo 75 —Problemas en la FincaNarrador:La Toscana recibía a la familia Zorzi con un cielo gris y una brisa fresca que prometía lluvia. Damiano, con el rostro marcado por la tensión, bajó del coche mientras Alexandra lo seguía con una mezcla de curiosidad y preocupación. Habían regresado para supervisar el progreso de las obras en la finca, pero la atmósfera no era tan prometedora como habían imaginado. La casa principal estaba rodeada de andamios, con obreros trabajando bajo la dirección de un arquitecto que gesticulaba enérgicamente. El terreno, que Damiano recordaba lleno de viñedos bien cuidados, ahora era una mezcla de maleza y tierra removida. Pero lo peor no era el estado del lugar, sino los problemas inesperados que los esperaban.—Señor Zorzi, tenemos un inconveniente —anunció el arquitecto en cuanto Damiano llegó al sitio —Hay una disputa legal sobre los límites del terreno. Los vecinos aseguran que parte de esta área pertenece a sus familias desde hace generaciones.Da
Capítulo 74 —Tensiones CrecientesNarrador:El regreso de la Toscana fue agridulce. Aunque el viaje había ofrecido un respiro necesario para la familia, la vuelta a la rutina se sintió como un recordatorio implacable de las responsabilidades y tensiones que no se habían disipado del todo. Para Damiano, el proyecto del viñedo se había convertido en una obsesión. Alexandra lo veía cada vez más inmerso en planos, llamadas y reuniones interminables. La misma determinación que la había cautivado en sus inicios ahora se interponía entre ellos. La mesa del comedor, que antes era un espacio familiar, se había transformado en una extensión del despacho de Damiano. Los papeles y maquetas ocupaban cada rincón, mientras él se sentaba con la mirada fija en su portátil, escribiendo correos o revisando presupuestos. Incluso en los momentos en que estaba físicamente presente, parecía ausente. Una tarde, Alexandra decidió hablar con él. Lo encontró sentado en su despacho, rodeado de hojas y dibujos té
Último capítulo