Capítulo 4: El Viaje a Italia.

Una semana después de que llamara mi tío, vamos con rumbo a Florencia. Le he pedido a Camila que me acompañe, porque necesito apoyo, como la excelente amiga que es, ha accedido de inmediato. Los últimos tres días se ha quedado conmigo hasta que las pastillas para dormir han hecho efecto, esperando a que llegue Marco para no dejarme sola.

Mientras que mi hermano se ha traído a Emily, su asistente, como su apoyo. Según él para aprovechar de visitar la fábrica de telas (o eso es lo que él prefiere creer). La verdad es que lo he estado animando todos estos días para que se dé una oportunidad.

Si mi padre me ha delegado la responsabilidad de ser la cabeza de la familia, entonces él puede dejar de lado que el amor de su vida podría ser su asistente. Y como nueva matriarca de la familia Cavalcanti, solo espero su felicidad.

Nos instalamos cómodamente en el jet de la empresa, Camila se queda con nosotros en la mesa que ocuparemos con Marco, Luca se sienta en la mesa frente a nosotros, con una Emily algo asustada, la azafata nos da las indicaciones de seguridad antes de que despeguemos.

El piloto nos dice que ya estamos listos para el despegue, sentimos la aceleración y veo que Luca le toma la mano a una pálida Emily. Una vez en el aire, aparece nuevamente la azafata para ofrecernos algo de beber o comer. Emily se ruboriza cuando Luca saca una copa con jugo de naranja y la deja frente a ella.

-Si tienes galletas saladas o almendras, a la señorita le vendrían bien para los nervios – le sonríe a la chica y esta se vuelve más roja -.

-Yo… yo debería estar atenta a sus ne-necesidades, señor.

-Creo que por esta vez no, sé que le temes a volar y quiero que sea lo más tranquilo para ti.

-Señorita McDermott – le digo con una amplia sonrisa desde mi asiento -. Deje que se le atienda como corresponde, si a mi hermano se le ha ocurrido traerla para trabajar sabiendo que teme a volar, lo mínimo que puede hacer es ocuparse de usted.

-Gra-gracias, señora.

La azafata aparece con lo que mi hermano ha solicitado, con una manta y un cojín para Emily. La chica que no logra acomodarse en las atenciones decide aceptar el escape de dormir. Fijo la vista a través de la ventana, mientras Marco me acaricia los nudillos. Yo también decido que dormir un poco me vendría bien.

Tras diecisiete horas de viaje, con una escala en Madrid, llegamos al aeropuerto de Florencia.

-¿Qué tal ha sido el viaje, Emily? – le pregunto mientras bajamos juntas -.

-Mu-muy tranquilo, señora. Gracias.

-Por nada, Emily. Y por favor, lo que sea que necesites, házmelo saber – le doy la mano para ayudarle a bajar el último escalón y se sonroja -. Puede que sientas algo de calor aquí.

-El señor Luca me dijo que trajera ropa de verano.

-Muy bien, pero si necesitas algo, me lo comunicas. Quiero que estés cómoda mientras estemos aquí – le guiño un ojo y me tomo del brazo de mi marido. Luca se queda con ella para ayudarle a caminar, se le ve un poco somnolienta -.

Dos Audi 4x4 negros nos esperan, más una camioneta, un hombre en impoluto traje negro y de aspecto grave nos espera al costado, se presenta como el asistente del abogado Giancarlo Benetti con quien he mantenido comunicación estos días y, luego de darnos la bienvenida, nos indica que ellos se harán cargo del equipaje.

Le damos las gracias y me ofrece el asiento de adelante, pero tomo a Emily de la mano.

-Querida, por favor – le señalo el asiento y ella se pone pálida, negando con la cabeza -. Emily, sé que debes sentirte algo aturdida por el viaje, ha sido muy largo y es tu primera vez, te necesito despierta para mi hermano y sus descabelladas ideas de trabajo.

Con una sonrisa de mi parte, consigo una de ella y se sube algo tímida. Camila eleva los brazos y se ríe. Marco me toma del brazo y deposita un beso en mi frente.

-¿Cómo no amar a una mujer tan maravillosa como tú?

-No soy la novena maravilla del mundo, tesoro.

-¿Novena?

-La octava eres tú – lo beso y le cedemos el lugar a Camila -.

El asistente del abogado cierra la puerta y nos lleva hasta el siguiente vehículo. Abre la puerta de atrás y nos deja el espacio para subir, Marco me ayuda a que lo haga sin dificultad sosteniendo mi bolso un momento. Cuando me ve instalada, lo deja en medio y se sube. Se pasa sobre mí para alcanzar el cinturón de seguridad y lo abrocha como si fuera una niña pequeña.

-¿Sabes que sí puedo sola, verdad?

-Claro, pero me gusta hacer cosas por ti, mi amor – mientras me da un dulce beso, el auto hecha a correr -. En cuanto lleguemos, te prepararé un baño de tina, estoy seguro de que lo estás deseando.

-Sí… - mi voz es un susurro ante la anticipación de que algo pueda suceder entre los dos, porque desde que mi padre murió, no ha querido tocarme.

Somos trasladados hasta nuestra casa de Florencia, que se encuentra en la Via dei Maissoni, cerca de un hospital, estoy segura de que los recuerdos nos inundarán a mi hermano y a mí.

Mariposas en el estómago se arremolinan en mí, Marco no me ha soltado la mano y ha acariciado mis nudillos cada vez que exhalo aire, pensando en que la cercanía de nuestro destino me tiene algo perdida.

Saber que esta era una casa familiar, que los años antes de mi matrimonio fue mi escapada y que luego de eso se convirtió en un destino de vacaciones lejano, porque a Marco no le gusta Italia.

Estamos en lo último del trayecto, no sé cuánto tiempo ha transcurrido, porque estoy perdida en mis pensamientos de antaño. Cierro los ojos y de pronto el auto se detiene.

-Ya llegamos, cielo…

Al abrirlos, ahí está la casa, el refugio de 1500 metros cuadrados que mi padre compró para mi hermano y para mí. Marco me ayuda a bajar del auto y camino lentamente, Luca se me une y los dos pasamos a dirigir la pequeña comitiva. Nos damos la mano, tal cual como cuando llegamos aquí en la adolescencia, asustados, perdidos y con una serie de preguntas sin contestar.

-El señor Benetti ya está dentro, esperando por ustedes en el estudio.

-Gracias – le agradezco con una leve sonrisa, tal parece que no nos darán tiempo de descansar -.

Subimos las escaleras de mármol y una gentil señora mayor nos da la bienvenida, abriendo para nosotros las enormes puertas blancas de madera. Al entrar ahí está la misma lámpara de cristales, iluminando el recibidor. A la izquierda, la amplia sala de estar con sillones más modernos.

Pero no es momento de conocer los cambios, recupero la compostura, me aclaro la garganta y miro a mi hermano, preguntando si debo continuar como anfitriona.

-Hazlo, es la tarea que te encomendó papá – me sonríe, besa mi frente y se aparta para quedar en frente de mí, igual que nuestros tres acompañantes -.

-Muy bien… disculpe ¿cuál es su nombre? – pregunto en tan perfecto italiano que la mujer se sorprende -.

-Isabella, señora.

-Isabella, le presento a Camila, mi mejor amiga. Emily, la asistente de mi hermano, y mi esposo, Marco Russo – le digo señalando a cada uno de ellos -. Le pido que les muestre las habitaciones a las señoritas, por favor. Nosotros tres nos reuniremos con el señor Benetti de inmediato.

-Disculpe, señora, pero el señor abogado me ha pedido que solo invite a pasar a usted y al joven Luca – por instinto miro a Marco, que frunce el ceño por asombro, más que por enojo -.

-Pero me indicaron que debía venir, no entiendo.

-Sí, señora Cavalcanti – escuchamos la voz de un hombre maduro, al ver hacia la puerta del estudio, vemos a un hombre de unos cuarenta y tantos años, pelo más gris que negro y vestido de un traje negro muy sobrio -.

Reconozco el diseño y el material de nuestra empresa. Debe ser uno de nuestros fieles clientes.

-Disculpe – me adelanto y le estrecho la mano -. Me presento, soy…

-Pía Cavalcanti, la hija de Massimo, la hermana de Luca – señala a mi hermano y luego a mi esposo -, y la señora de Marco Russo.

-La señora Isabella me dice que solo mi hermano y yo podemos estar presentes en la lectura, no entiendo.

-Le explico brevemente, hay dos documentos. Uno confidencial, una carta solo para sus hijos, y el otro es el documento que contiene la herencia.

-De acuerdo… - me giro y me acerco a Marco -. Podrías esperar mientras en nuestra habitación, le pediré a Isabella que vaya por ti luego.

-No te preocupes, esperaré en la sala – me besa la mano y se va en esa dirección -.

Miro a mi hermano, el me ofrece su brazo y yo lo cojo, tengo mucho miedo de lo que mi padre pueda decir ahí. Lo último que quiero es que me deje a cargo de nuestra pequeña familia, espero que aquí rectifique los lugares que a cada hermano le corresponde. Entramos seguidos por Benetti y lo último que veo es a Marco sentado en medio del sofá con sus brazos extendidos y la cabeza recostada en el mueble.

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