Capítulo 5: La Herencia

Luca corre una silla para que me siente y él hace lo mismo muy cerca de mí. Giancarlo Benetti se apresura a tomar su lugar, que no es del otro lado del escritorio, sino que es una silla delante de este y frente a nosotros. Al menos ha respetado el lugar que fue de mi padre y lo agradezco.

-Señor y señora Cavalcanti, esta carta es de carácter personal. Unas últimas palabras que su padre dejó conmigo hace cuatro meses – suspiro, mientras él sigue -. Procedo a leerla y luego puedo responder algunas preguntas.

“Mis queridos Pía y Luca:

   Tengo el corazón lleno de regocijo porque mis hijos son personas buenas e inteligentes, llenos de amor por los demás y por el legado que mi padre construyó con tanto esfuerzo para sus nietos y bisnietos, ya que siempre su visión fue que desde ustedes disfrutaran esta fortuna.

   Luca, hijo mío. Creo que te lo he dicho muchas veces, pero quiero irme sabiendo que estás consciente de lo orgulloso que estoy de ti. Has aprendido bien y mejor de lo que yo lo hice, en tus manos la empresa llegará lejos y no tengo dudas de que cuidarás de tu hermana, si así ella lo necesita. Pero te mando que busques esposa y que formes tu familia. Hace tiempo le eché el ojo a tu asistente para ti. Lánzate, con mi venia, es hermosa, inteligente y no encontrarás alguien mejor entre la “realeza” a la que frecuentamos. Quiero para ti una mujer cálida y sencilla, no una fría y ambiciosa.

   Te dejo a cargo de la empresa y harás lo mismo que hacía yo cuando tenía una duda: le preguntarás a tu hermana. Ha sido la tradición y elemento de bendición para nuestra familia que, ante la duda del varón, es la mujer quien resuelve. Mi padre cada vez que le consultó a mi madre, jamás se equivocó. Yo hice lo mismo con tu madre y hermana, y nunca me defraudaron.

   Pía, la niña de mi ojos. No dejes a tu hermano solo, desde ahora eres la mujer de la familia, te paso mi sabiduría y la cabecera de nuestro clan. Serás la matriarca, a pesar de que sé que no lo quieres. Pero en unos meses entenderás por qué.

   Luca, espero que aceptes esto sin problemas. Tú te harás cargo de nuestros bienes, pero ella de la familia. Una de las razones es para que formes tu familia, así no te quitaré tiempo ocupándote de todo.

   Ustedes son lo más preciado que pude tener en toda mi vida, cuando sean padres entenderán todo lo que hago y del amor que les profesaré hasta el día de mi muerte y más allá de ella.”

Mis lágrimas no dejan de escapar. Una mezcla de dolor, angustia y mucho miedo me atacan, pero también resquicios de amor. Mi hermano me mira con una sonrisa y me extiende su mano.

-Se hará todo lo que tú digas, hermanita.

-Entonces, te mando que sea feliz.

Se pone de pie y me abraza, Benetti se aclara la garganta y nos separamos un poco para verlo a la cara.

-¿Tienen alguna duda?

-Yo tengo una – le digo secando mis lágrimas con el pañuelo que me ha ofrecido mi hermano -. ¿Sabe usted la razón de mi padre para dejarme como matriarca? Eso va en contra de nuestra tradición familiar.

-Lo que les diré, es confidencial, nadie puede saberlo. Ni su esposo – me mira muy serio -, ni su futura esposa – veo que mi hermano se sonroja -. El señor Cavalcanti ha sometido a investigación a todos sus empleados en la empresa, incluido su señor esposo.

-Pero, eso es ridículo, Marco es un hombre intachable.

-Coincido con mi hermana – dice Luca muy serio -. Mi cuñado ha aportado muchos conocimientos para el avance de la empresa.

-Sin embargo, la falta de historia familiar para su padre ha sido un motivo de sospechas – mira la carta y luego a nosotros -. “Amor, familia y trabajo”. Es todo lo que les puedo decir.

-Y esa investigación ¿cuándo estará lista?

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El abogado sale para llamarme, me ha interrumpido la reflexión sobre ser merecedor de alguna suma de dinero por parte de mi suegro o tal vez las propiedades.

Al entrar, veo que mi esposa está llorando y me acerco a ella para consolarla. Verla en ese estado me preocupa, porque ella es una mujer alegre y las cosas no le afectan tan fácilmente. Me siento a su lado, la abrazo y le susurro palabras tranquilizadoras.

Mi cuñado me mira y me sonríe, él también está afectado. Quizás qué les dejó mi suegro a través del abogado, para que quedarán en este estado.

-Muy bien, procederemos a la lectura del testamento.

-Pero… ¿mi tío Piero no estará presente? – pregunta mi mujer -.

-No, el señor Piero fue heredado en vida por su padre – mi mujer asiente y recupera la compostura. Benetti lee toda la parafernalia esa de la identificación, las facultades mentales y todo eso, hasta que llega a la parte que me interesa -.

-A mi hijo Luca Massimo Cavalcanti Podetti le dejo la casa familiar en Santiago, la parcela de quince hectáreas en Graneros, todas las propiedades en Italia: dos casas en Venecia, una casa en Milán, un departamento en Roma y una casa en Bari – veo que mi mujer y mi cuñado se miran, pero no molestos sino sorprendidos -. A mi hija Pía Gianella Cavalcanti Podetti le dejo la casa familiar de Florencia y todas las propiedades restantes de Chile: un departamento en Las Condes y una casa en Concón – me siento decepcionado, creí que protegería más a Pía -. En cuanto al dinero, dejaré en una cuenta personal en Italia a nombre de cada uno con la suma de 50 millones de euros para Luca y 35 millones euros para Pía.

“Para mi yerno, Marco Ignacio Russo Romero, dejo a su disposición 15 millones de euros en Italia.

“En cuanto a mis acciones en la empresa de mi amigo Piero Castelli, han quedado a su disposición cuando yo me encontraba en vida, por lo que nadie es partícipe de ellas en mi muerte.

“Dejo como cláusulas las siguientes:

“Luca perderá todas sus propiedades y serán traspasadas a su mujer si llega a cometer adulterio.

“Pía perderá todas sus propiedades y serán traspasadas a su marido si llega a cometer adulterio.

“Esto como muestra de que el adulterio en esta familia no está permitido, porque nunca fue parte de los valores que mis padres y sus padres transmitieron a mi persona, algo que tampoco cometí mientras su madre estaba viva. Si no es por respeto a su cónyuge, al menos que sea por el patrimonio que mis padres forjaron para ustedes y sus hijos.”

Sigue leyendo otras cosas más, que para mí no vienen al caso. Me he quedado con la miserable suma de 15 millones ni una propiedad. Al menos podré disfrutar de muchas cosas a costa de mi mujer, la que no me niega nada porque esta locamente enamorada de mí.

Si no fuera porque es una mujer hermosa, con su cabello rubio oscuro, ojos azules y su cuerpo delgado, probablemente ya me habría divorciad para asegurarme otro futuro.

Las verdad es que la manera en que llegamos a casarnos todavía me sorprende, porque cuando llegué a la empresa y la conocí se me hizo que era demasiado sencilla, pero cuando en una de las reuniones me di cuenta de que era la hija de Massimo Cavalcanti, supe que mis ojos estaban apuntando a la dirección equivocada.

El abogado da por terminado el asunto y nos invita a que mañana vayamos a su oficina para algunos asuntos legales. Le tomo la mano a mi mujer y me mira con una leve sonrisa, nos despedimos del abogado y la acompaño hasta la segunda planta. Luca va a nuestro lado en la escalera que es lo suficientemente ancha para que vayamos al mismo nivel, me mantengo al margen de su conversación, pero escucho atentamente.

-No puedo creer todas propiedades que nuestro padre compró, ¿tú sabías algo?

-Claro que no, hermanita. A mí me ha dejado igual de sorprendido. Sólo conocía la parcela y la casa en la playa.

-¿No te molesta que me quede con esta casa? – le dice deteniéndose al final de la escalera y mirando a su hermano con preocupación -.

-Claro que no, <mia sorella>. Sé cuánto amas esta casa, papá también lo sabía y por eso te la dejó. Además, en cuanto a eso me he visto bastante beneficiado, no podría codiciar nada de lo que te dejaran.

-Gracias – se dan un abrazo y mi mujer me rodea la cintura con su brazo -. Ahora me iré a descansar con mi esposo. Tú ve a ver a tu asistente, ya sabes que si necesita algo me debes decir si puedo ayudarla.

Luca le sonríe y se va hacia el otro lado de la casa. Con mi mujer caminamos así, abrazados y llegamos a una de las habitaciones matrimoniales de la casa. Cuenta con una sala, en donde encontramos un cómo sofá y una alfombra de color blanco. Frente al sofá, una mesita con una jarra de agua y copas listas para servir. Además, hay unas pantuflas, para que podamos movernos con comodidad por la habitación.

Pía se quita sus tacones y se calza una de ellas, se sienta en el sofá y sirve dos copas de agua, me ofrece una de inmediato.

-¿Qué te ha dicho el abogado antes de la lectura, para que estuvieras tan afectada? – bebo de mi copa sin quitar mi mirada de la de ella -.

-Fue una carta de mi padre – me dice muy bajo y veo que lágrimas se agolpan en sus ojos, me acerco a ella dejando mi copa en la mesita -. Me dice en ella algo que no tenía idea, valoraba mucho mi opinión para tomar decisiones.

-Pero eso se veía desde cualquier punto, mi amor. Tu padre te amaba y tú fuiste su soporte en muchas oportunidades.

-Me ha dejado como matriarca de la familia. Ha dejado establecido que yo seré la que lleve las riendas de la familia – se mira las manos -. Pero eso será solo si tú lo aceptas, eso puede significar mucho tiempo en cosas que no son propias de una ama de casa.

-Mi vida, no creo que sea tan difícil. Tu hermano se encarga bien de la empresa y la familia es pequeña. No tendrás mucho que hacer – me mira y temo ofenderla -. Seguirás teniendo tiempo para tus pinturas porque con tu hermano somos buenos chicos y no te daremos problemas.

Me abraza y suelta un suspiro.

La aprieto contra mi pecho, mientras las palabras del abogado me resuenan en la mente una y otra vez.

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