CAPÍTULO 15

—¿De qué estás hablando? —pregunto Marisa y, al recibir como respuesta que esa era la indicación recibida, se quedó tan confundida que ya no pudo preguntar nada más.

La joven solo escuchó en silencio la despedida de la mujer con quien terminaba de hablar por teléfono, y suspiró alejando el auricular de su oreja.

—¿Ocurre algo? —preguntó Maximiliano, llegando hasta la oficina de la castaña y verla mirando al teléfono entre sus manos con el ceño fruncido—. ¿Todo está bien?

—No lo sé —respondió Marisa—, pero, tal vez no. Me acaban de avisar de la inmobiliaria que mi casa ha sido vendida, pero que el dueño dijo que no necesitaba que se desocupara. Eso está raro, ¿no?

—No tan raro —respondió Maximiliano, negando incluso con la cabeza, y Marisa le miró contrariada.

—Claro que sí —aseguró la de ojos oscuros—. ¿Qué clase de extraño presta su casa a unos desconocidos?

—No lo sé... aún, pero intento aprender de ti —declaró el hombre de cabello casi rubio y de ojos verdes, sonriéndole un poco a
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