UNO

MIA DAVIS.

Comenzaremos aquí, donde todo era paz, amor y armonía antes de que me golpeara un huracán, llamado Maximiliano Smith.

—Mia—me llamó mi mejor amiga Moira—puedes prestarme uno de tus vestidos.

Soy oriunda de Baltimore, estados unidos, pero ahora resido en los ángeles donde ejercía mi profesión como profesora. Digo ejercía porque hace tres meses en un paseo que se hacia trimestral con los alumnos uno de ellos que estaba a mi cuidado, se escapo para con dos compañeros mas a la playa.

No se podían meter todavía, las olas estaban muy furiosas y era peligroso, sin embargo, los niños no acataron la orden, son chicos y sé que debí tener más cuidado, pero tenía a cargo a 25 alumnos, los organice en sillas, sentándolos en la arena, a espera que nos permitieran el ingreso, pero cuando me gire para coordinar la entrega de alimentos, los dos chicos salieron corriendo al mar.

De inmediato noté la ausencia, los busqué, pero cuando corrí prohibiéndoles ingresar, la ola se había arrastrado a Maní. Sin pensarlo dos veces también me arriesgue, solo era un chiquillo de nueve años, nade desesperada buscando, a costa también de mi vida, pude sacarlo con gran esfuerzo del agua, pero estaba inconsciente.

Había tragado demasiada agua, se llevo al hospital mas cercano, la familia por supuesto estaba furiosa y uno de los tíos del niño me trato muy mal, de incompetente, negligente e inútil para arriba, tuvimos un fuerte altercado porque reconozco que, si fue un descuido de mi parte, pero tampoco era para que me tratara de esa manera, fue un accidente, pero el hombre al que jamás le olvidare la cara, me trato muy mal, me apretó fuerte del brazo, por un momento pensé que iba a rompérmelo, me estrujo fuerte, me di contra la pared y fuera de eso, no contento con todas sus palabras ofensivas, pidió mi cabeza y hasta ahora, no he podido conseguir trabajo como docente porque recuerdo bien lo que me dijo.

Me voy a encargar que jamás en tu vida puedas ejercer mas el cargo de maestra—y cumplió el desgraciado.

Llevo meses enviando hojas de vida, intentando trabajar en lo que me gusta, pero solo tengo algunos días donde dicto clases particulares y aunque me gusta, no es lo mismo. Amo enseñar a muchos, amaba mi salón de clases, los grupos, reuniones de profesores y por eso, odio con todas mis fuerzas a ese sujeto.

El niño se salvo gracias a Dios, pero ese día me cambio la vida y estoy aquí, remando contra el destino porque tengo mi padre enfermo, ya no puede trabajar y todo lo que consigo es para enviárselos a ellos y subsistir aquí.

En fin chicas.

Moira es mi romí y tenemos un vínculo que ha perdurado desde que éramos pequeñas.

La quiero mucho, ha estado para mí en las buenas y malas y siempre me pide cosas prestadas. Aunque ella no es profesora como yo, le gusta la pintura, estudiaba aun arte y trabajaba en una cafetería.

—Ingresa y sácalo tu misma—le dije para que me dejara tranquila.

Lo cierto es que no podía perder tiempo, mi novio estaba a punto llegar por mí y no quería fallarle esta vez. Estaba muy nerviosa claro que sí, porque era la primera vez que presentaba ante un amigo y según él, Maximiliano es más que un amigo, es su sucio y casi hermano.

—¿Y tú para dónde vas? —preguntó mi mejor amiga mientras me miraba como me maquillaba.

—Una cena con Andrés y su mejor amigo—le conteste estirando mis pestañas con la máscara que las alargaba como a mí me gustaba.

Ya que potenciaba mi mirada avellana.

Moira va al closet que es tan grande como la pared. Soy compradora compulsiva, otro problema cuando no tienes un trabajo estable y tengo demasiado vestidos que son mis favoritos, además de tacones altos y al ser profesora e impartir clases privadas, tengo ropa acorde a la labor que desempeño, como también trajes para salir a bailar o una fecha especial.

—Es la primera vez que hace eso.

—Sabes que llevamos saliendo por casi siete meses, pero realmente hemos formalizado la relación hace tres—le explique para que entendiera mi punto—además, su mejor amigo estaba de viaje y ya se dio la oportunidad

A través del espejo, vi como Moira se acostaba en la cama viendo como terminaba de alistarme para esta noche.

—Creo que te estas arreglando mucho para una simple cena, ¿no crees?

—Iremos a un restaurante elegante, es la primera vez frente a una persona que le importa al hombre que quiero y deseo dejar una buena impresión.

Continúe en lo que estaba haciendo, solo me faltaba algo de retoques ya que me gusta los maquillajes sencillos, solo que potencie mi mirada. Los ojos que tanto le fascinan a mi novio.

Cuando termine me puse de pie, para que mi amiga me diera el visto bueno.

—¿Qué te parece? —me reparo torciendo los labios.

—Siempre hermosa Mia—le sonreí como agradecimiento.

—¿Y tú para dónde vas? —inquieta le pregunte al ver el vestido de fiesta.

—Es sábado, iré por ahí.

—Por favor, Moira—respire para que no me diera dolor de cabeza—cuídate, y no hagas locuras.

—No te preocupes por mí que no soy una niña.

—En ocasiones te comportas como tal.

Una vez, se me desapareció dos días, estaba con un chico y no tuvo la molestia de avisarme y yo como una tonta, buscándola por todos lados.

Ese día le dije que me mudaría porque no iba a soportar eso, la quiero y cuando se pierde de esa manera solo me preocupa. Desde ahí cambio ese habito, pero la conozco, es una oveja descarriada que no se media en ocasiones.

—De la cena, irán a otro lugar—pregunto mi mejor amiga, pero no supe que responderle porque realmente no lo sabía.

Supongo que iría al apartamento de mi novio.

—No, no creo—respondí lamiéndome los labios nerviosa.

No se porque estaba así, es como si presintiera que algo raro iba a pasar. Nunca me había sentido así, no cuando tuve la cita para mi primer trabajo o día como profesora me sentí así de nerviosa y rara,

Tenía un extraño presentimiento que no se iba y me tiene con sensaciones que van desde mi pecho a mi estómago. Mire mi reflejo en el espejo. Me encanta el rosa y el vestido me representa completamente. Era ajustado a mi cuerpo, remarcaba mi cintura y dejaba mis piernas descubiertas.

—Ya deja de verte al espejo, estas preciosa Mia.

El cabello ondulado me lo deje suelto, me gustaba asi, me veía como una leona salvaje. Me lo removí brevemente, organice, aplique un espray y termine de arreglarme para esta noche que esperaba fuera fantástica.

—Yo me iré a organizar—me dijo ella, pero escuchamos el timbre de la casa.

—Debe ser tu noviecito—le sentí ese tono amargo porque no le gusta para nada Andrés y no sé por qué.

No se la llevan bien ese día que se perdió, no sabía a quien llamar, acudí a Andrés que se portó muy bien conmigo, pero la trató de irresponsable y desde ahí, su relación empeoro.

—Puedes abrirle por favor—asintió, aunque rodo los ojos.

Claro que me hubiese gustado que el hombre que amo y mi mejor amiga, tuvieran una mejor relación. Moira salió y termine de arreglarme, aplique perfume femenino y tome mi cartera para bajar después de darme la última repasada.

Lo encuentre en la sala con un ramo de rosas y Andrés siempre ha sido demasiado tierno. Mi amiga está en el sillón y se mantenían en silencio que hasta a mí me pareció incomodo.

—Cariño, estas hermosa—reacciono apenas me vio.

—Gracias—siempre tan tierno y detallista—tu estas muy guapo.

Me acerque, acote la distancia entre los dos y plante mis labios en los suyos en un beso que me sabía delicioso. Siempre sus besos me sabían así, tiernos, sueves, benditos.

—Para ti amor—me entregó las rosas que olí de inmediato.

—Huelen muy rico—le dije.

—No más que tu—me sonroje con sus lindas palabras.

—Ire a ponerlas en agua y nos vamos.

—Te espero toda la vida—le di un beso en la mejilla.

Fui a la cocina, busque el recipiente que llene de agua para dejar las flores. Las quería en mi habitación por eso a paso largo subí las escaleras, dejándolas en mi mesa de noche.

Se que impregnarían mi habitación con su exquisito aroma. Baje para tomar a mi novio de la mano.

—Adiós tortolos—escuche a mi amiga con ironía.

—Moira que tengas buenas noches—le dijo Andrés con un tono frio y no me gustaba para nada esta situación entre los dos.

Pero ya intenté arreglar las cosas y no salió para nada bien.

—Nos vemos amiga—le sonreí y me devolvió el gesto.

Sali con mi novio y la noche fría me ponía los pelos de punta. Me abrace a su brazo sujetándolos con ambas manos mientras bajamos las cuatro escaleras de mi casa.

El auto nos esperaba a pocos centímetros y como el caballero que era, me abrió la puerta para que lo abordara. Andrés tiene mucho dinero y es una de las cosas que me ponen a pensar porque soy una humilde profesora y por eso no quería salir con él desde el principio.

Odiaba el hecho de que su familia me odiara o no me quisieran a su lado porque no soy de su categoría social. No he querido dar ese paso, no me gustan los malos tratos y aun no estoy preparada para enfrentar a su madre y sus tres hermanos, entre ellos, una mujer.

El auto avanzo mientras miraba por la ventana las calles repletas de personas.

—Aun no consigues trabajo de lo que te gusta—sacudí mi cabeza.

Ese hombre me había perjudicado radicalmente y la rabia era tanta que recordaba perfectamente su cara.

—Ven y trabaja conmigo, mi amigo necesitara una secretaria pronto y…

—No quiero aprovecharme de ti, yo lo hare por mi cuenta.

—Amor deja que te ayude—me dijo con ternura.

—No, no esta a discusión.

Odiaba el hecho de su ayuda porque no queria que pensaran que estaba con el por el dinero.

—Estas nerviosa—asentí.

—No te preocupes, Maximiliano es un buen tipo y se que se llevaran bien.

—Crees que me lleve mejor que tú y mi amiga—Andres sonrió con mis palabras.

—Definitivamente sí.

—Te amo—le dije sorprendiéndolo.

Y no mentía, en ese momento lo creía, pensaba que amaba Andrés profundamente. claro, eso fue antes de conocer al hombre por el cual perdería la cabeza y dejaría de ser yo misma.

—Y yo mas amor—tomo mi mano y le dio un beso tierno en los nudillos.

Ese fue el ultimo momento de paz después de esa noche que tuve con mi novio porque de ahí en adelante todo fue problemas, enredos y una desenfrenada pasión que me llevo a un desenlace fatal.

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