CAPÍTULO 36

—Eso fue espantoso —renegó María tras bajar del avión—. No entiendo cuál es el afán de sufrir tanto por unas vacaciones.

Casi el total de horas que había pasado montada en ese armatroste de metal, María había sufrido de constantes mini crisis de ansiedad, y fue mientras sentía que se moría, pues no podía respirar y su cabeza se sentía como si fuera a explotar en cualquier momento, que la chica comprendió que si límite a soportar eran las dos horas y pico que hacía de Guadalajara a Monterrey.

—Algunos creemos que vale la pena —respondió Danilo, andando tras la chica que caminaba libremente, como si de verdad hubiera respirado de nuevo—. Dime, querida Mari, ¿cuáles serían tus vacaciones perfectas?

—Pues, para empezar, no me digas querida, que me pone los pelos de punta —pidió la joven escritora y Danilo sonrió, negando con la cabeza—. Y, mis vacaciones perfectas son en una cabaña en medio de casi nada, pero no tan lejos de todo, mucho menos de mi casa, con la computadora encendida, con
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