El aire fresco de la noche envolvía a Valeria mientras caminaban hacia el auto. A pesar de la aparente victoria, una sensación de inquietud la acompañaba. Marco no era alguien que se diera por vencido
Una vez dentro del vehículo, Leonardo arrancó el motor con un rugido que resonó en la oscuridad. El silencio entre ellos era palpable, cargado de emociones no expresadas. Valeria miró por la ventana, tratando de procesar todo lo que había sucedido.
—¿Qué demonios pensabas? —preguntó Leonardo, su tono cortante como un cuchillo.
Valeria giró la cabeza para enfrentarlo, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a desvanecerse, dejando lugar a la tensión acumulada.
—Hice lo que tenía que hacer para salvarnos, Leonardo. No podía dejar que te lastimaran.
—Pero arriesgaste todo. No sabes a qué te estás enfrentando. Marco es un jugador peligroso.
Valeria apretó los labios, sintiendo que su paciencia se agotaba. —Y tú no estás en posición de darme lecciones. ¿Acaso crees que no sé lo que está en jue