STEVEN
Aterrizamos en Fiumicino hace una hora y, mientras esperamos para recoger nuestro equipaje, llamo al ingeniero y le digo que estaré en la obra hoy mismo para una inspección.
Estoy en Italia por otro motivo, pero aprovecharé para ir a comprobar construcción del complejo que avanza según lo previsto.
Tengo el estómago hecho un nudo desde ayer, no pude pegar ojo en el avión y el jet lag está empezando a aparecer.
Por suerte Alan está conmigo, mi mejor amigo y mi lado racional, de lo contrario tomaría el primer taxi y correría a casa de Olivia como una furia.
—Vamos hermano, he alquilado un coche, así que mientras yo conduzco, tú descansas. —Alan pone su brazo sobre mis hombros—. Llamé a María...
Me giro para mirarle, pero él evita mi mirada.
—Alan, no estoy de humor para adivinar —le insisto con brusquedad.
Se gira para mirarme directamente a los ojos y las comisuras de sus labios se estiran en una ligera sonrisa.
—Olivia se enteró de nuestra llegada y... no se lo tomó bie