CAPÍTULO 38

STEVEN

Entro en la casa a las diez de la noche, después de la discusión que he tenido con Robert me he encerrado en un mutismo que a Alan le parece alarmante, tanto que propone una salida estratégica al bar de enfrente.

Nos tomamos una botella de whisky de doble malta para dos, y ahora no diré que estoy borracho, pero casi.

Parece que estoy flotando en un mar de felicidad y el pensamiento de ella es menos opresivo.

Las palabras dirigidas a la examiga infiel son un recuerdo lejano y me dirijo al dormitorio riendo como un idiota y dejando zapatos y ropa a mi paso.

Me quedo en calzoncillos y mi calor corporal baja unos grados, se me ocurre la idea de ducharme, pero luego pienso que no hay nadie que pueda oler el hedor a alcohol y sudor que llevo.

Busco a tientas el interruptor de la luz y, cuando consigo encontrarlo, la habitación se ilumina, revelando una presencia inoportuna en mi cama.

—Julia, qué demonios...

Retira la manta mostrando la desnudez de su cuerpo y, sonriendo socarroname
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