POV ANNIE

—Ven, princesa —Salvador extiende una mano hacia ella, su voz es tan suave como una caricia. Cuando Vanessa la toma, él la atrae con firmeza hacia su pecho, rodeándola por la cintura con una ternura tan evidente que incluso el aire parece detenerse.

Vanessa baja la mirada con las mejillas encendidas, completamente sonrojada.

Su timidez se siente, como una brisa cálida que la envuelve. No hace falta que diga nada: los ojos de Salvador hablan por ambos con un lenguaje que solo el amor verdadero puede entender.

—Quiero agradecerles por haber cuidado de mi mujer y de mis pequeñas —dice él, y su mirada hacia Vanessa es tan intensa, tan cargada de devoción, que me atraviesa como una flecha.

Un suspiro se escapa de mi pecho y, con él, un atisbo de envidia que no puedo evitar: envidia de la buena, esa que nace del anhelo profundo de sentir, una vez más, los brazos de mi lobito.

—No tienes que agradecernos nada. Ella ya es parte de la familia —le respondo con una sonrisa sincera, e