—Dígame, ¿para qué me necesita? ¿O acaso piensa despedirme? —pregunta Annie, con un tono de voz desafiante.P.O.V. ArónEscuchar su pregunta provoca que mi corazón se acelere. La simple idea de pensar que ella se aleje me resulta insoportable.Mierda, ¿qué me está pasando? La acabo de conocer hace apenas unos minutos y no puedo permitir que se marche. Aunque… ella fue la mujer con la que tropecé aquel día en la clínica, cuando dejé mis renacuajos. La que logró que mi entrepierna se endureciera y mi celo se adelantara. "¿Acaso ese supuesto incidente fue premeditado?"Intento adentrarme en su mente, descubrir por qué demonios robó mi esperma, pero es inútil. ¡Maldita sea! Es una simple humana. ¿Por qué no puedo leerla?—¿Me hizo venir solo para mirarme? ¿O es que acaso quiere volver a examinar mi cuerpo desnudo?Sus palabras me sacan de mis pensamientos… Y vaya que sí quisiera volver a contemplar su cuerpo desnudo.—Disculpe, señorita Becker. Por favor, tome asiento —indico, señalando
—¡Arón! Hasta que al fin te dignas a contestar.P.V.O. AnnieAfino el oído, atenta a la llamada insistente que recibió mi lobito.Por el tono de su voz, deduzco que se trata de una mujer de unos sesenta y cinco años, claramente furiosa.—Buenos días, mamá, ¿cómo has estado? —saluda Arón con ironía, frunciendo el ceño, dejando ver su incomodidad.—Déjate de sarcasmos, Arón. ¿Dónde te habías metido que no respondías el teléfono? ¿O acaso a Lennon se le olvidó darte mis recados? —replica ella, ignorando por completo el saludo de su hijo.Así que esa es mi querida suegrita, pienso, reprimiendo una sonrisa.—Señora Virginia, por si lo olvidó, soy el Alfa Supremo y tengo mil obligaciones. Si lo que necesitaba decirme fuera de vida o muerte, se lo habría dicho a Lennon —responde Arón con un tono firme, pero mesurado, sin llegar a ser grosero.—No me vengas con títulos, Arón Taylor. Alfa Supremo o Rey de Reyes, sigo siendo tu madre y La Luna de Lunas. Así que más te vale no ignorarme; no soy
¡Piensa, Annie, maldita sea, piensa! ¡Lo tengo! Cambio mi vestuario por algo más sexy y llamativo: un vestido rojo satinado, ceñido a mi silueta, sin nada debajo. Adopto el tono azulado que heredé de mi madre, un color tan ajeno a mi apariencia habitual asegurándome de que Arón no me reconozca.Mis ojos violetas brillan con intensidad, pero sé que no serán suficientes para delatarme.—Thor, ¿crees que Arón alcanzó a escuchar tus últimas palabras? —le pregunto. Debo estar segura de mi siguiente paso.—Potra, no alcanzó a escucharme. ¿Qué tienes en mente?—Gozar y enloquecer a este lobo. Hacerlo rogar, gemir y recordar quién manda. Pero necesito que me ayudes a ocultar el olor de mi pequeña —digo, sonriendo con malicia.—Cuenta conmigo, y si es para divertirnos, mucho mejor —responde Thor con tono juguetón.Así que, manos a la obra. Este lobito va a aprender de una vez por todas quién es su dueña.Me aproximo más a mi lobito y rozo mis labios contra los suyos. Él parpadea varias veces
—Ojitos lindos…P. O. V. JúpiterEstos días he estado observando a Lennon desde la distancia. Es alguien muy fácil de seguir; su rutina está preestablecida, parece un reloj suizo. Madruga a las cuatro de la mañana y sale a trotar por la manada. Su recorrido dura alrededor de una hora, tiempo en el que saluda con un gesto de la mano a cada persona que se cruza en su camino, sin detener jamás el paso.—La diosa Luna realmente se está vengando de nosotras... Sabe cuánto odiamos madrugar y la maldita rutina —gruñe mi conciencia, mientras el frío cala hasta los huesos.—Te juro que me vengaré de ella —susurro entre dientes, molesta, abrazándome con fuerza en un intento inútil de entrar en calor.A las cinco en punto regresa a casa y dedica media hora a organizarse.Después, toma las llaves de su coche y pasa por la casa de sus padres, donde desayuna: un café oscuro, un par de tostadas con mermelada de kiwi casera y huevos con tocineta. Nunca había probado ese sabor en una mermelada, per
—¡Eres mía! —gruñe sobre mi hombro, y en ese instante, aquello que jamás había ocurrido... sucede. Mi esencia se desprende de mi cuerpo humano como un suspiro eterno.Me muestro ante él tal como soy: piel azul petróleo, ojos violeta, cabello marfil que brilla como hilos de luna. Soy yo, desnuda en alma, revelada sin máscaras.Pensé que Ojitos Lindos, aunque ya me había visto antes y no lo recordaba, me rechazaría. Temí verlo apartándose, espantado por lo que soy en verdad. Pero no. No lo hace. Por el contrario, su agarre se vuelve más feroz, más primitivo. Más suyo.—Eres mía, diablilla... mi leona. Aunque fueras la bruja del pantano, nací para amarte y estar a tu lado —susurra con voz ronca, voz de fuego, mientras sus labios se deslizan por mi cuello con una lentitud que me quema desde dentro.Entonces, clava sus colmillos en mi piel, arrancándome el aliento, obligándome a depender de él para respirar, para vivir.Mi mente se disuelve en el deseo. No pienso, no razono. Solo anhelo se
—¡Alfa! ¿Qué haces aquí? —pregunta, exaltada, mi Luna al abrir sus bellos ojos y verme contemplando su rostro.—Te desmayaste, y como llevas en tu vientre a mi cachorra, estaba esperando que despertaras para asegurarme de que comieras —digo, alcanzándole la bandeja con sus antojos y una rosa amarilla. Mi nana me dijo que son sus favoritas.—Gracias —responde, mirándome de manera extraña. Arquea una ceja, y se ve tan adorable que debo contenerme para no lanzarme encima.Deseo devorar su boquita, deslizar mis manos a través de su cuerpo y hundirme en medio de sus piernas...P. V. O. Lennon ForgetMi bella diablilla, Júpiter. Me ha estado siguiendo durante toda la semana. Tuve que obligarme a mantener la misma rutina; esa era la única forma de disfrutar su aroma y conocer, poco a poco, sus gustos.Tengo el hábito, junto al Alfa, de levantarme muy temprano y recorrer la manada. Es nuestra forma de mantenernos informados sobre lo que sucede.Mi pobre Diablilla me siguió, y se notaba a legu
Narrador omnipresente.—¿Qué hace ella aquí? —le pregunta Salvador en un susurro al ver a Raiza descender de un automóvil elegante mientras acompaña a doña Gertrudis a hacer unas compras.—¿Acaso la conoces? —replica la anciana, levantando una ceja con curiosidad.—Directamente no, pero sé por una buena amiga que es una víbora venenosa… —responde, lanzando una mirada de reojo a Raiza, quien camina con altivez y distinción, luciendo un traje azul petróleo de diseñador. Ella tiene una mirada de superioridad y una sonrisa que destila hipocresía.—Esa mujer es peor que una araña ponzoñosa —comenta la mujer mayor, mirándola de lado mientras acelera el paso, evidentemente tratando de evitar que note su presencia.—Pero, ¿por qué está aquí? —insiste Salvador, su voz cargada de curiosidad y desconcierto. “¿Qué dejé pasar en la investigación que le hice?”, se pregunta para sí mismo, su mente inquieta con la posibilidad de haber cometido un error.—Ella es la madrastra de mi niño, Arón, la mad
—¿Qué pasa, Annie? —pregunta Júpiter al entrar a la habitación.Annie ignora la pregunta y continúa sacando la ropa del clóset, acomodándola en la maleta.Júpiter se acerca, toma su mano con suavidad y la obliga a detenerse. Sus miradas se cruzan. Ella percibe el miedo en sus ojos.—Dime, ¿qué está ocurriendo? Tú no eres de las que huyen como un ratoncito asustado al ver al gato.—Tuve una visión… Esa mujer… ella asesinaba a mi hija y a Arón. Traté de ignorarla, pensé que estaba lejos y que simplemente estaba sugestionada… No había querido darle importancia… Pero ahora Raiza está aquí, a unos cuantos kilómetros de distancia… Sencillamente no puedo arriesgarme a perderlos —dice con la voz entrecortada, mientras las lágrimas descienden por sus mejillas y su cuerpo se estremece.—Eso nunca pasará —le asegura Júp, abrazándola con fuerza, transmitiéndole toda su confianza.Arón no puede quedarse inmóvil, esperando una respuesta. Cuando la ve alejarse, siente que el aire le falta y, sin pen