—¿Por qué lo preguntas? —responde Mara, intrigada. Sabe que él es un ser especial.—Thor me dijo que Arón no despierta porque está junto a su padre.Mara frunce el ceño. Siempre había tenido dudas sobre la identidad del padre del Alfa. Antes de que Annie formule otra pregunta, añade:—Sé que el día en que naciste también lo hicieron dos semidioses. Ese día, la Tierra se estremeció y se sacudió, especialmente en este continente.Mara respira hondo. Solo la idea de que Arón pudiera ser hijo de Hades hace que su piel se erice.—Hija, no sé quién es su padre... pero podría ser uno de los dioses.—Le preguntaré a Thor. Sé que él me lo dirá. Además, llevo en mi vientre su semilla —responde Annie, acariciando su vientre plano.Mara asiente, cambiando de tema para evitar profundizar más en ello, ya que ella misma desconoce la respuesta. Tendrá que preguntarle a Zadquiel o comenzar a investigar por su cuenta.—Ahora, manos a la obra. Ayúdame con algunas curaciones, y luego puedes volver con tu
—Potra, no te enojes. Solo digo que se supone que nadie sabía de eso. ¿Tú sabes quién fue la ladrona?Annie entrecierra los ojos, recordando lo que sucedió aquel día en que tropezó contra la “pared de acero”, alias: Arón, en la clínica de fertilidad. Algo en su interior, dormido durante tanto tiempo, se sacudió al verlo. Estaba tan absurdamente sexy, tan imponente en su masculinidad, que su fragancia le nubló los sentidos y la dejó flotando entre el deseo y la locura… ya sabe dónde terminó.Luego de ese episodio bochornoso, en el que sus bragas terminaron empapadas y su cuerpo sudoroso, necesitó humedecer su rostro con agua fría para que la calentura bajara y recuperar un poco la razón para continuar con lo que iba a hacer.Mientras se dirigía al laboratorio, en el camino se cruzó con la enfermera que llevaba las muestras de esperma de Arón.Su alma se desprendió de su cuerpo, dejándolo en piloto automático mientras seguía el rastro de la enfermera y los frascos que contenían las sem
—¿En qué habitación la alojaron? —pregunta el Alfa con su voz autoritaria y el rostro desencajado, mientras aprieta la mandíbula con tanta fuerza que parece a punto de partirse. —En la recámara de al lado —responde la nana con nerviosismo. Arón los mira con indignación y, sin decir más, comienza a caminar apresuradamente hacia allí. En la habitación de Annie. —Mami, lo último que recuerdo son los alaridos de esa mujer… acusándome de haber asesinado a su hijo. Durante estos años, se ha encargado de desprestigiar mi trabajo. No sé cuántas veces he cambiado de ciudad intentando escapar de ella. Mara se lleva una mano pensativa a su quijada. —En el inframundo, él no está —dice inquieta, sintiendo un vacío en su pecho—. Me resulta muy extraño que, después de lo que te hizo, haya ido al cielo. Debo preguntarle a tu padre si está allí… y a Selena si su lobo regresó junto a ella —sus alarmas se han activado y ruega que sus sospechas no sean ciertas. Los gruñidos del Alfa se escu
—Dígame, ¿para qué me necesita? ¿O acaso piensa despedirme? —pregunta Annie, con un tono de voz desafiante.P.O.V. ArónEscuchar su pregunta provoca que mi corazón se acelere. La simple idea de pensar que ella se aleje me resulta insoportable.Mierda, ¿qué me está pasando? La acabo de conocer hace apenas unos minutos y no puedo permitir que se marche. Aunque… ella fue la mujer con la que tropecé aquel día en la clínica, cuando dejé mis renacuajos. La que logró que mi entrepierna se endureciera y mi celo se adelantara. "¿Acaso ese supuesto incidente fue premeditado?"Intento adentrarme en su mente, descubrir por qué demonios robó mi esperma, pero es inútil. ¡Maldita sea! Es una simple humana. ¿Por qué no puedo leerla?—¿Me hizo venir solo para mirarme? ¿O es que acaso quiere volver a examinar mi cuerpo desnudo?Sus palabras me sacan de mis pensamientos… Y vaya que sí quisiera volver a contemplar su cuerpo desnudo.—Disculpe, señorita Becker. Por favor, tome asiento —indico, señalando
—¡Arón! Hasta que al fin te dignas a contestar.P.V.O. AnnieAfino el oído, atenta a la llamada insistente que recibió mi lobito.Por el tono de su voz, deduzco que se trata de una mujer de unos sesenta y cinco años, claramente furiosa.—Buenos días, mamá, ¿cómo has estado? —saluda Arón con ironía, frunciendo el ceño, dejando ver su incomodidad.—Déjate de sarcasmos, Arón. ¿Dónde te habías metido que no respondías el teléfono? ¿O acaso a Lennon se le olvidó darte mis recados? —replica ella, ignorando por completo el saludo de su hijo.Así que esa es mi querida suegrita, pienso, reprimiendo una sonrisa.—Señora Virginia, por si lo olvidó, soy el Alfa Supremo y tengo mil obligaciones. Si lo que necesitaba decirme fuera de vida o muerte, se lo habría dicho a Lennon —responde Arón con un tono firme, pero mesurado, sin llegar a ser grosero.—No me vengas con títulos, Arón Taylor. Alfa Supremo o Rey de Reyes, sigo siendo tu madre y La Luna de Lunas. Así que más te vale no ignorarme; no soy
¡Piensa, Annie, maldita sea, piensa! ¡Lo tengo! Cambio mi vestuario por algo más sexy y llamativo: un vestido rojo satinado, ceñido a mi silueta, sin nada debajo. Adopto el tono azulado que heredé de mi madre, un color tan ajeno a mi apariencia habitual asegurándome de que Arón no me reconozca.Mis ojos violetas brillan con intensidad, pero sé que no serán suficientes para delatarme.—Thor, ¿crees que Arón alcanzó a escuchar tus últimas palabras? —le pregunto. Debo estar segura de mi siguiente paso.—Potra, no alcanzó a escucharme. ¿Qué tienes en mente?—Gozar y enloquecer a este lobo. Hacerlo rogar, gemir y recordar quién manda. Pero necesito que me ayudes a ocultar el olor de mi pequeña —digo, sonriendo con malicia.—Cuenta conmigo, y si es para divertirnos, mucho mejor —responde Thor con tono juguetón.Así que, manos a la obra. Este lobito va a aprender de una vez por todas quién es su dueña.Me aproximo más a mi lobito y rozo mis labios contra los suyos. Él parpadea varias veces
—Ojitos lindos…P. O. V. JúpiterEstos días he estado observando a Lennon desde la distancia. Es alguien muy fácil de seguir; su rutina está preestablecida, parece un reloj suizo. Madruga a las cuatro de la mañana y sale a trotar por la manada. Su recorrido dura alrededor de una hora, tiempo en el que saluda con un gesto de la mano a cada persona que se cruza en su camino, sin detener jamás el paso.—La diosa Luna realmente se está vengando de nosotras... Sabe cuánto odiamos madrugar y la maldita rutina —gruñe mi conciencia, mientras el frío cala hasta los huesos.—Te juro que me vengaré de ella —susurro entre dientes, molesta, abrazándome con fuerza en un intento inútil de entrar en calor.A las cinco en punto regresa a casa y dedica media hora a organizarse.Después, toma las llaves de su coche y pasa por la casa de sus padres, donde desayuna: un café oscuro, un par de tostadas con mermelada de kiwi casera y huevos con tocineta. Nunca había probado ese sabor en una mermelada, per
—¡Eres mía! —gruñe sobre mi hombro, y en ese instante, aquello que jamás había ocurrido... sucede. Mi esencia se desprende de mi cuerpo humano como un suspiro eterno.Me muestro ante él tal como soy: piel azul petróleo, ojos violeta, cabello marfil que brilla como hilos de luna. Soy yo, desnuda en alma, revelada sin máscaras.Pensé que Ojitos Lindos, aunque ya me había visto antes y no lo recordaba, me rechazaría. Temí verlo apartándose, espantado por lo que soy en verdad. Pero no. No lo hace. Por el contrario, su agarre se vuelve más feroz, más primitivo. Más suyo.—Eres mía, diablilla... mi leona. Aunque fueras la bruja del pantano, nací para amarte y estar a tu lado —susurra con voz ronca, voz de fuego, mientras sus labios se deslizan por mi cuello con una lentitud que me quema desde dentro.Entonces, clava sus colmillos en mi piel, arrancándome el aliento, obligándome a depender de él para respirar, para vivir.Mi mente se disuelve en el deseo. No pienso, no razono. Solo anhelo se