Capitulo 5.

Después de mi poco motivadora conversación con Violeta, empecé a realizar mis tareas.

Primero sacudí con mucho cuidado los costosos cuadros que habían en varias paredes de la casa, limpié los cristales de las ventanas y como ya Vittorio había terminado de preparar el desayuno de los señores, me fuí con él a la cocina para ayudarlo en lo que sea que necesitara.

-Ya la señorina tiene mucho queasere, no e necesario que me ayude aquí-Comento, con su divertido acento italiano.

-Ya le dije que ayudarlo también forma parte de mis labores.

Tomé los trastes sucios y los metí al fregadero para lavarlos.

-No señorina, aquí no lo hacemos de ese modo, para eso tenemos el lavavajillas-Señalo el aparato.

-Pero yo no se utilizar esa cosa, así que lo haré a la manera antigua.

Enjabone un plato de porcelana y cuando le estaba sacando el detergente, casi se me resbala de las manos.

-¡Mamma mia!-Se llevo una mano al pecho-tenga cuidado, esos platos son importados...

-Tendré mas cuidado, no se preocupe.

-Ay señorina, por lo visto usted hará que me salgan canas antes de tiempo.

-Ya tienes canas Vittorio-Dijo Violeta, uniéndose a nosotros-Muchas, pero muchas canas...Asi que no culpes a Stella por eso.

El chef tomo una gran bocanada de aire con expresión de sentirse efendido y tuve que morderme el labio inferior para no reírme.

-¿Es cierto eso?-Pregunto preocupado y se quitó rápido el gorro para mirar su reflejó frente a la reluciente puerta del horno, que servía fácilmente como espejo-¡Mamma mía!, cuantas canas-movía su cabeza arriba y abajo, de un lado al otro, inspeccionando su cabello-Pero estas canas tienen nombre y apellido-Volteo hacía nosotras, entrecerrando sus ojos-La malvada Elena...

Dijo esa frase casi como un susurro, pero con un tono lleno de resentimiento.

-¿Por qué dice eso?-Le pregunte a Violeta con curiosidad.

-Te dije que esa mujer puede llegar a ser un verdadero dolor de cabeza.

-Ja'... por favore, un dolore de cabeza se quita con una aspirina-Comento Vittorio, juntando las yemas de los dedos (apuntando hacia arriba) y moviendo la mano arriba y abajo-Elena es un clavo en un pie, un huevo podrido, una hormiga en un ojo...

-Shhh, haz silencio que te pueden escuchar-Lo regañó Violeta.

-Ojala lo hicieran, así me ahorrarían el tener que renunciare.

-Por favor Vittorio no digas tonterías.

-¿Pero qué tan mala puede ser?-Inquirí inocente.

Yo no lograba imaginar que pudiese ser más insoportable de lo que me resultaba el "señor", pero los dos me quedaron viendo fijamente, como si mi pregunta hubiese estado fuera de lugar.

Vittorio se coloco de nuevo su gorro y camino hasta pararse junto a mí-Ya tendrás la desdicha de conocerla-Me dio tres palmaditas suaves en el hombro, mirándome con una pizca de lastima-Y tu...-Se dirigió a Violeta-¿Por que entraste a mi cocina, se te ofrece algo?

La mujer lo observo algo confundida, uniendo sus cejas, lo que remarcaba unas cuantas arrugas alrededor de sus ojos, parecía como si intentara recordar algo, y al cabo de unos segundos sus párpados se abrieron exageradamente.

-¡El café de Salvatore!

-¡El café!-Repitió el chef alterado-¿Como pudiste olvidarlo?-Comenzó rápidamente a prepararlo.

-Tu también lo olvidaste... ¿Qué hora es?

Me seque las manos con un paño y después miré mi reloj-Faltan cinco para las nueve.

-¡Solo quedan cinco minutos!-Exclamo aún más alterado el chef.

Cuando ya lo tenía listo, lo sirvió en una taza sobre una pequeña bandeja plateada, y me lo entregó.

-¿Yo tengo que llevarlo?

-Si señorina, mi trabajo es prepararlo pero el suyo es entregarlo.

-Y mejor apresúrate, el está en su despacho, mira tu reloj y cuando sean las nueve en punto tocas la puerta... ¿Entendido?

-Creo que sí...

Y sin dejar de mirar mis temblorosas manos salí de la cocina, maniobrando para no derramar el bendito café.

Cuando estuve frente a las puertas del despacho, tomé varias bocanadas de aire para calmarme, ya que no me agradaba mucho el hecho de tener que verle la cara al señor, pero cuando mire mi reloj, ya marcaba las nueve y dos minutos, así que di rápido tres toques a la madera.

-¡Pase!

-Permiso-Camine hasta el escritorio y coloque la taza junto a su computadora.

-¿Que es eso?-Pregunto, sin apartar la mirada de la pantalla de su computadora.

Ese hombre me quería hacer pasar por estúpida o simplemente quería acabar con mi cordura, de igual forma respondí a su tonta pregunta.

-Su café, Señor.

Despegó la vista de su laptop y la clavo en mí.

-Primero, llegas antes de tiempo a mi habitación... y ahora, traes tarde mi café-Apoyo sus codos sobre el escritorio y entrelazo sus dedos, dándome una mirada severa-¿Acaso sabes hacer algo bien?

-Pero señor, si solo fueron dos minu...

No pude terminar la frase por el fuerte sonido proveniente de las puertas, siendo abiertas de golpe...Era la señora Elena que venía entrando.

Estaba vestida muy elegante y traía unos enormes tacones que la hacían ver más alta de lo que ya es, yo cuando mucho, debo llegarle a la altura de los hombros.

-¿Cuantas veces te he dicho que toques antes de entrar?-Preguntó Salvatore, mirándola peor de lo que me miró a mi unos segundos atrás.

-Soy tu esposa y no necesito ningún tipo de formalismos.

"Uy"... su voz se escuchaba bastante aguda, podría decirse que algo chillona.

-Se le dice respeto, Elena, pero se muy bien que tu no sabes conjugar ese verbo.

-Ay Equis, vine porque necesito dinero para ir de compras.

-Ni creas que te voy a dar un centavo más-Cerro su laptop de golpe-Ya haz malgastado suficiente... Si quieres dinero, ve y pídeselo a tu padre.

-Para que se supone que tengo un esposo rico, si tengo que pedirle dinero a mi papá.

-Sabes muy bien porque me casé contigo.

Elena se cruzó de brazos y lo miró con una ceja levantada, de forma retadora-¿Quieres empezar a discutir eso tan temprano?

-No...-Confeso el, me observo por un segundo y después apartó la mirada-Y menos delante de la nueva empleada.

Ella pareció confundida con su respuesta, y busco por sus costados, hasta que sus ojos me encontraron. Al parecer no se había percatado de mi presencia.

-¿Y tú quien eres?-Pregunto, acercándose a mí.

-Su nombre es Stella y es la nueva empleada de servicio.

-¿Y desde cuándo trabajas aquí?

-Empezó hace dos días.

-¿Y que edad tienes, dieciocho?-Me escaneo con aires de superioridad.

-Tiene veintiuno.

El señor no daba chance a que yo respondiera, lo hacía el por mí, y a Elena eso pareció molestarle.

-Dime niña, ¿Acaso eres muda?

-No Elena, no es muda-Volvió abrir su computadora-Y ahora déjala en paz.

Pero haciendo caso omiso a la exigencia de su esposo, la chica se acerco más a mí para detallarme cuidadosamente, incluso más cerca de lo necesario, y me pregunte si en esa casa no sabían lo que significaba respetar el espacio personal.

-¿Ese cabello es tuyo, o son extensiones?-Inquirió, mirando mi cola alta.

-Es mío-Respondí rápidamente, para demostrarle que si puedo hablar.

-Pero esas pestañas si son postizas-Aseguró señalando mis ojos.

-Todo es natural señora Elena.

-No te creo...

Tomó mi cola de caballo y la halo con fuerza, haciéndome soltar un gemido de dolor.

-¡Que la dejes en paz!-Grito Salvatore, en un tono grave y demandante. Dándole un fuerte golpe a la madera de su escritorio-Que tu seas toda de plástico, no quiere decir qué las otras mujeres también lo sean.

¡Auch! Fuertes declaraciones, y sin embargo la mujer no respondió, no hizo el mas mínimo intento por defenderse. En lugar de eso, lo miró a él, y después a mí, consecutivamente y poco a poco su maquillado rostro comenzó a contraerse con una grande y maliciosa sonrisa.

-Parece que me voy a divertir mucho contigo-Susurro cerca de mi oído, haciendo que un escalofríos me recorriera la espalda, sus palabras me habían dado muy mala espina, y sobre todo después de como me la habían descrito Violeta y Vittorio.

De pronto Salvatore comenzó a hablarle en Italiano y ella le respondía, así que ya no pude comprender lo que decían, pero Elena se enojó muchísimo, y salió del despacho dando pisadas tan fuertes que el sonido de sus tacones se volvió ensordecedor.

¿Cómo hez que esos dos han durado cuatro años juntos si a leguas se nota que no se soportan?, de hecho, pareciera que se aborrecen. Y ahora resulta que yo voy a estar entre esa zona de peligro.

-Gracias señor, pero creo que no debió defenderme de ella. De seguro ahora su esposa va a odiarme-Y eso sin mencionarle que lo mas probable es que me haga la vida imposible.

-Si Elena te hace algo, debes informármelo inmediatamente. ¿Comprendes?

-Si señor.

Pero en realidad, no estaba entendiendo absolutamente nada. Cómo es que había pasado de tratarme mal, a ser él mi defensor, en solo unos segundos...

Quizás no era solo obsesivo, si no también bipolar, o solo le gustaba llevarle la contraria a su esposa y por su culpa, ahora tendré que cuidarme de esa desquiciada.

En fin, me estaba empezando a dar cuenta que estaba trabajando en una verdadera casa de locos... Pero ya era tarde para arrepentimientos.

-¿Y que hago con su café señor?

-Llevatelo...Ya no lo quiero.

-Esta bien, y por favor discúlpeme, mañana intentaré ser mas puntual-Estire mi mano para agarrar la taza pero me aguanto por la muñeca antes de que pudiese tocarla.

-No intentes Stella... Tienes que ser más puntual, es una orden.

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