Bárbara
El aroma del chocolate caliente llenaba el vagón, impregnando el aire con una calidez que contrastaba con el frío exterior. Los ojos de Bastián se movieron lentamente, como si estuviera despertando de un largo sueño. Aunque seguía algo perdido, había recuperado lo suficiente de sí mismo como para tranquilizar a Liam, acariciando suavemente su cabeza de vez en cuando. El niño, sin embargo, permanecía alerta, sus ojos viajando entre las ventanas y las manos de su padre. Bárbara lo observaba desde su asiento, con un suspiro apenas contenido.
Fuera, el paisaje era un lienzo blanco, brumoso, que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Bárbara desvió la mirada hacia Bastián, quien finalmente rompió el silencio.
—Gracias —dijo, presionando las manos contra su frente, como si intentara aliviar un dolor persistente—. Pensé que te quedarías más tiempo en la clínica.
—Solo me puse al día con el tratamiento de Isabela. Después de eso… —su voz se cortó por un instante, y un eco de la