—¡Muéstrate!—, exigía Félix apuntado con su pistola hacia la oscuridad de su habitación que empezaba a desaparecer con la luz del sol.

Esa silueta dió un par de pasos hacia el frente y al describirse su rostro, Félix notó que se trataba de Facundo, su padre.

—Justo cuando pensé que no podías caer más bajo, me encuentro con ésto. Estás durmiendo con tu hermana—, dijo Facundo.

—Sabes que ella no es mi hermana—, Félix cerró los ojos fuertemente sintiendo frustración, pero sin dejar de apuntar—, No sé por qué te doy explicaciones, si tú estás muerto.

—¿Y si estoy muerto... por qué me apuntas con tu pistola?—, preguntó Facundo.

En ese momento Abigail abrió los ojos. Las palabras de Félix la habían despertado y se encontró con él parado a un lado de la cama apuntando con una pistola hacia un rincón vacío de la habitación.

—¿Félix? ¿Qué estás haciendo?—, preguntó Abigail aún un poco somnolienta mientras se estrujaba los ojos.

Félix descubrió con vergüenza que en ese rincón no había nad