Capítulo 2

Capítulo 2

Mi mente estaba en otra parte. Un policía no dejaba de preguntarme que había pasado pero mis pensamientos estaban en otro lugar.

¿Quiénes eran esas personas? ¿Porque ha tenido que morir él y no yo? Estaban en mi casa entonces venían a por mí. ¿Qué he hecho para que me persiguiesen? Soy una mujer que no se mete en problemas, tengo un trabajo honrado y no le debo nada a nadie.

—Señorita Moore. —Levanté la vista y el comisario me tendió una taza de café mientras no dejaba de apegarme a mi gato— Le sentara bien.

—Gracias—musite.

—No quiero presionarla, ¿recuerda algún detalle de los atacantes?

—Iban cubiertos. No les vi la cara—respondí tajantemente.

—¿Qué relación tenía con Adam Rigg?

—Era el único del vecindario que siempre me ayudaba cuando William se escapaba—le respondí. Mi gato maulló cuando lo mencioné.

—Si recuerdas algo llámeme—me dijo en un tono profesional. La tarjeta con su número relucía a la luz de la luna.

Una chica de cabellos cobrizos me entrega un sobre.

—Estaba en sus bolsillos.

Le doy las gracias en un murmullo y la mujer me acompaña hasta el edificio. Hacía rato se habían llevado todas las cosas de la casa que eran prueba. No sabía dónde pasar la noche. 

Mis vecinos no eran de lo más amable conmigo. Siempre miraban mi pelo como si fuese una abominación. Agarré el teléfono de casa y marqué un número. El único que tenía en la memoria del teléfono.

—¿Diga?—respondió una voz mayor.

—Yaya. Soy Layla.

—Mi niña. ¿Estás bien?

Ahí estaba la pregunta que me hizo revivir todo lo ocurrido. Volví a ver a Adam cayendo al suelo y sus ojos perder cualquier señal de vida

—No.

—Cuéntame, querida.

—No puedo. Necesito hablar de ello cara a cara y no tengo donde pasar la noche.

—Entiendo. Tráete a Will estará bien con Fuply y Haley.

—Gracias, yaya. —Me despedí y agarré ropa para muchos días. Estaba a punto de salir cuando vi que el sobre estaba aún donde lo dejé, en la mesa del salón.

Con la mano temblorosa lo abrí y vi dos manojos de llaves. Unas con muchas llaves  de todas las formas y colores posibles y otras normales de metal. En la carta había una nota.

Querido Layla:

Hace mucho que percibí dos cosas. La primera era que algo malo está pasando en nuestro mundo. Cada día sueño que la oscuridad me persigue y eso quiere decir que estamos en problemas. La segunda es que eres la siguiente Poseedora.

Sé que ahora no entenderás nada y te preguntaras si me medico pero hazme caso. 

No dejes el llavero en manos de nadie. Ahora solo puedes confiar en ti misma y en tu instinto.

Te aprecia.

Adam.

¿Qué está pasando? Will maulló tratando de llamar mi atención y salió por la puerta. Otra vez no.

Seguí a mi mascota por las escaleras del edificio pero me pareció extraña su actitud. No corría solo quería que lo siguiese. Salimos a la calle y el gato se paró frente al edificio de al lado. Arañaba la puerta con sus garras.

Observé las llaves metálicas y abrí la puerta de metal.  ¿Dónde vivía este hombre? Nunca lo supe y nunca se lo pregunté.

Me fijé en mi gato que estaba tratando de subir las escaleras y decidí ayudarlo. Lo aupé como si fuese un bebé y subí las escaleras.

En la tercera planta se retorció y saltó de mis brazos. Se paró en la puerta que estaba al final del pasillo. Busqué la llave que era y entramos al apartamento. 

Estaba oscuro. Las persianas estaban bajadas y solo entraba la luz de unas farolas. 

—¿Qué estamos buscando? —Will maulló y se acercó a una jaula pequeña donde una cobaya estaba durmiendo—. No sabía que tenía una mascota.

Abrí la jaula del animalito y le puse algo de comer. Me dio mucha pena y no sabía si me iba a entender. Decirle a alguien que la persona que lo ha estado cuidando durante años ha muerto es duro. A mí me cuesta asimilar que él ya no estaba.

Cuando le serví la comida, la cobaya me miró con unos ojos marrones intensos y profundos. Me dió la sensación que leía mis pensamientos o sabía más de la cuenta. 

Se limitó a ignorar el plato de comida y se acercó a Will que la miraba con curiosidad. Se puso a dos patas y tanto la nariz del gato como la de la cobaya se tocaron.

Los ojos del roedor brillaron de un color similar a un azul pero tenía puntos claros como si se tratase de estrellas vistas desde una galaxia. Me fije en mi gato y le pasó lo mismos en sus ojos claros.

—Estoy teniendo alucinaciones. —La cobaya me miró y negó la cabeza.

—Para nada, Layla—dijo una voz suave que venía de donde estaba mi gato—. Todo lo que está pasando es real.

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