CAPÍTULO 40

—¡Los encontramos!

El denso dosel del bosque dio paso a un claro, y fue entonces cuando los vi: miembros del ejército real de la manada, una vista formidable en su fuerza uniforme.

Al frente estaba mi padre, su mirada de acero buscando hasta aterrizar en mí. A su lado estaba Aidan, su rostro era una mezcla de alivio y preocupación.

Pero fue la visión de Liam, su cabello rubio arena reflejando la luz del sol, lo que sentí una sacudida en mi corazón. Rompió filas y corrió hacia adelante. Freya, su ardiente melena roja inconfundible incluso desde la distancia, fue abrazada por él.

La forma en que la abrazó, el tierno beso que puso en sus labios, despertó unos celos dentro de mí que arañaron mis entrañas como una bestia enjaulada. Fue irracional; ella era su prometida, después de todo. Pero la lógica hizo poco para calmar el ardor en mi pecho.

—Hijo —me llegó la voz de mi padre, mezclada con orden y preocupación—. Debemos regresar al castillo.

Estuve de acuerdo, apartando la mirada mie
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