—¡No hace falta! —Alessia habló con calma.
Jessie se sorprendió un poco. Luego escuchó la voz de Alessia, ni demasiado fuerte ni demasiado suave, como un manantial que da esperanza a un viajero sediento:
—Acéptala.
La mano de Jessie que sostenía el micrófono se apretó con emoción.
Aunque podían tom