Un silencio absoluto se extendió por la sala apenas Logan terminó su pequeño discurso. Se miraron fijamente.
Damián no dio crédito a lo que estaba viendo sobre su mejor amigo.
—Maldita sea, me conoces —dijo amargo y con una sonrisa, de paso—. ¿Sabes? Voy a preparar de cenar, los voy a esperar. Quiero hablar con ella. Necesito hacerlo. —No esperó su bendición, sino que cruzó la sala y fue directo hacia la cocina sin duda alguna.
—¿La viste el día de la boda? —inquirió a sus espaldas.
Se detuvo. No giró.
—Sé que lo hiciste —respondió el abogado por él—. Sé que viste su mirada rota, su desánimo, la decepción que la estaba atravesando y que al día de hoy todavía lo hace. Que vengas aquí a disculparte no va a cambiar eso. Esperaba que lo hicieras, pero...
—Eres mi amigo y aprecio todo lo que haces por Ciabel y por Ciro, de verdad, sé que eres el tío de él y quieres lo mejor para ellos dos. Sé que me tienes aprecio y también sé que no puedes evitar involucrarte en situaciones dónde se requi