Pasaron dos minutos cuando la ambulancia llegó y se llevó a Astrid, detrás de ellos iba yo, en estos momentos no tengo cabeza para nada más que para pensar en ella, todavía cuando llegamos al hospital no le he llamado a nadie, ya que estoy más pendiente de lo que los doctores me digan, más ahora que entró a quirófano de emergencia.
Camino de un lado a otro por la sala de espera, paso mis manos por mi cabello repetidas veces, en eso escucho como mi teléfono suena en mi bolsillo, enseguida lo saco y veo que es Diana, contesto la llamada, mi hermana me pregunta donde estamos, ya que es bastante tarde y no hemos pasado por la niña, un suspiro de alivio se me escapa al escuchar eso, me desplomo en una de las sillas y le cuento a mi hermana lo que acaba de ocurrir, ella suelta un chillido de horror y escucho como le grita a mi madre a la distancia, diciéndole que debe ir al hospital Santa Rosetta ahora mismo, que no hay tiempo de explicar nada.
—Diana, no salgas de la mansión, no le quites