Ximena tembló ligeramente los labios pálidos.
—¿Cuándo fue esto?
El hombre respondió:
—Ha pasado un tiempo. El señor Méndez nos ordenó que termináramos lo antes posible. Mis trabajadores han estado trabajando día y noche sin parar.
De repente, Ximena recordó el día en que se quejó con Alejandro. Ella dijo que no sabía qué tipo de vecino era, siempre renovando día y noche. También dijo que el propietario de esta villa debe tener alguna peculiaridad, explotando a los trabajadores sin parar.
¿Cómo fue la expresión de Alejandro en ese momento? ¿Por qué no observó mejor?
Una brisa pasó y las lágrimas llenaron los ojos de Ximena. Apretó los puños y tomó aire profundamente antes de decir temblorosamente:
—Bien, te daré el dinero, dame las llaves.
El hombre asintió repetidamente.
—¡Muchas gracias, señorita Pérez!
—No hace falta agradecer.
Ximena miró a Samuel.
—Por favor, devuélveme mi teléfono.
Samuel miró de reojo al guardia, quien inmediatamente le devolvió el teléfono a Ximena.
Ximena